sábado, 11 de julio de 2015

TRATADO DE SOCIOLOGÍA FAMILIAR.

Resultado de imagen de ropa tendida


En mis labores domésticas de viejo jubilado me impuse hace unos días deshacerme de lo innecesario. He comprobado que lo que considero innecesario nadie lo quiere, por tanto debería tirarlo. Pero me da mucha pena. No sé si irme de casa para dejar hueco para otros trastos inútiles.
Es como un curso de arqueología familiar y se pueden sacar muchisimas conclusiones.
1. Los pobres somos más previsores que los ricos, excepto los pobres pertinaces.
2. Los pobres somos más sucios que los ricos.
3. El refranero español y las enseñanzas familiares le convierten a uno en pobre toda la vida.
Estas hipótesis se basan en las siguientes realidades experimentales:
La primera es el temor a la enfermedad y la muerte.
Cuando preguntaba siendo niño a las mujeres de mi familia por que se pasaban la vida bordando sábanas y toallas, decían:
-Si te viene una enfermedad  debes de tener sábanas limpias, y si es en invierno no secan al lavarlas, por tanto debes tener suficientes. Vendrá el médico a casa, visitas, vecinos y si tienes las sábanas sucias te critican.
 En mi familia se pasan la vida pagando un seguro para que los entierren, para tener una misa con varios curas y recordatorios que ponían "Rogad a Dios en caridad por el alma de Avelino de la Fuente Troitiño, "Monchito", que falleció a los 90 años".
Toda aquella ropa de cama no se usó nunca, por no mancharla. Además, los médicos y los vecinos dejaron de venir, por tanto está doblada, como arrepentida, en baúles donde roedores e insectos sin piedad se hicieron fuertes. La exhibición de la enfermedad y la muerte son un premio inmerecido que lucimos con soberbia. Y esta previsión es moralmente mala y economicamente perjudicial.
 Los pobres tenemos menos ropa de diario, lavarla implica más gasto y escasez de recambio en caso de necesidad. Desde que existe Cáritas o el Ejército de Salvación en los USA, simplemente se espera a la siguiente entrega. En mi infancia se iba a lavar a un río o regato. Los ricos daban la ropa a lavar a una especie de lavadoras industriales en cuerpo de mujer una vez a la semana, eso daba de comer a algunas familias de los suburbios, y los ricos iban limpios. Además sus actividades ni ensuciaban ni gastaban la ropa.
He pasado la infancia y parte de mi vida laboral escuchando a mi familia y compañeros decir:
-El que guarda siempre tiene.
Consecuencia: Guardaron tanto que no sé ni donde meterlo ni que hacer con ello.
-Río que hace ruido, agua lleva.
No vale ni para el cotilleo, se basa en nada. El río Amazonas es silencioso y en su delta es el más caudaloso del mundo.
-No por mucho madrugar amanece más temprano.
Claramente contradictorio con "a quien madruga Dios le ayuda". Y así hasta el infinito.
De esta previsión de los pobres se aprovechan las instituciones, cuando compramos para acopiar posesiones muebles e inmuebles inútiles,  pagamos los impuestos correspondientes, mucho más que los beneficios de las operaciones bursátiles especulativas. Además los pobres dejamos herencias, cuyo valor sobretasan las administraciones y los herederos pagan el siete por ciento. Naturalmente, en el Impuesto de sucesiones hay un concepto que se llama "ajuar doméstico". 
Se podría concluir que el miserable ahorro de los pobres perjudica el desarrollo económico y social de nuestros hijos, les vincula a una casa, que dividen, a unas tierras improductivas que reparten para esclavizarse a partes iguales. Es sabido que las productivas y rentables las poseen la Iglesia y los ricos, sin necesidad de usarlas. En las cercanías de las propiedades de los pobres no se encuentra trabajo desde que existen las lavadoras domésticas.
Los pobres somos incentivados al ahorro, hasta el extremo de privarnos de lo imprescindible, para poder guardar nuestras remesas "a plazo fijo", que luego se beben en los burdeles banqueros y políticos mientras sus mujeres se relajan en un spá. Conscientes todos ellos de la banalidad de lo terrenal.