sábado, 10 de septiembre de 2016

LAS CENIZAS.

Estábamos atracando y vino con la amabilidad que acostumbra, a saludarnos. Le interrumpió el teléfono cuando comenzábamos a departir. Mientras estaba arranchando los cabos de proa me contó que debía salir a lanzar las cenizas de un amigo al mar. Cuando me dijo que está prohibido me sorprendió. La mar recibe miles de toneladas diarias de restos orgánicos, químicos y espaciales.
 Una sociedad que permite que cientos de personas mueran en la mar huyendo de una muerte segura por hambre o violencia, cuyos restos irán apareciendo en la costa o desintegrándose en sus aguas, para alimento de seres innumerables que las habitan y contribuyen a nuestro alimento, nos sorprende legislando sobre la protección de los mares contra restos humanos y vegetales. 
He estado buscando la legislación sobre tratamiento de cadáveres y no encontré nada referido al caso. Pero habiendo tantas fuentes legislativas, tanta norma reglamentaría, no sería extraño que la Guardia Civil del mar aplique una sustanciosa receta basada en alguna de ellas desconocida, que tantas veces violan el derecho marítimo internacional sin que nadie diga nada.
Los ritos funerarios están basados mayoritariamente en interpretaciones religiosas con trascendencia económica. Las religiones monoteístas, tan racionales e igualitarias ellas, te dicen que resucitas, o que eres polvo o si eres chica que saliste de la costilla de un macho para joderle la vida y largarlo del Paraíso o que puedes ser inseminada por una paloma. Luego algunas se lo cuentan al ginecólogo. Solicito a mis descendientes apliquen a mis restos tecnología 3D y me conviertan en consolador, como si estuviese en Castroforte de Baralla, me dejen para uso publico (con las reglamentarias medidas higiénicas). Quiero ser un  cadáver que dé placer.