viernes, 13 de agosto de 2010

EL NAUFRAGIO DEL "DELFIN DEL MEDITERRANEO"


El Capitán Carbajales en la actualidad.


Doy gracias a la vida por haberme cruzado con la gente que conocí. Una de las personas cuya bonhomía siempre recordaré es el Capitán Severino Carbajales López. Su madre le dio estudios con el duro sacrificio de la separación y la emigración a Venezuela, me lo contaba entre guardia y guardia en los seis meses de mili en la Armada. Nos separamos entonces, en 1972 . Salvo un breve encuentro casual, no volvimos a vernos hasta 1998. Figuraba en la lista de supervivientes del naufragio del "DELFÍN DEL MEDITERRANEO".
El naufragio.-
La motonave "Delfín del Mediterraneo" de 118 metros de eslora y 4581 Toneladas de Registro Bruto se dirigía de Gijón a Las Palmas con una carga de 280 Contenedores. Componían la dotación catorce personas. El 2 de febrero de 1998, en un fuerte temporal con olas de 15 metros, según los equipos de medida de los helicópteros y 8 metros según las estimaciones de los tripulantes, a 248 millas al SW de Cabo Sâo Vicente (Unos 450 kmts.) el buque comenzó a meter la proa en el agua, el Capitán y primer oficial decidieron inspeccionar los compartimentos de carga de proa, el primero que inspeccionaron tenía dos metros cincuenta de agua. Decidieron acercarse al Número uno, el de más a proa, al ver que en el compartimento inundado no subía el nivel del agua sospecharon que el agua estaba colándose a otro que había perdido estanqueidad. Intentaron poner el barco popa a la mar para evitar que la proa estuviese sumergida en el momento de la inspección y comprobar la estructura de la cubierta de proa. La hélice quedó fuera del agua y el motor se paró; el barco se atravesó a la mar, varios contenedores fueron arrancados de cubierta antes de que el Jefe de máquinas pudiese arrancar el motor principal de nuevo. Volvieron a la capa. Las bombas de achique echaban más aire y espuma que agua. Se acuerda el abandono. Carbajales emitió un mensaje de socorro por inundación en los compartimentos de carga, previamente había alertado a la Radio costera de la situación.
La tripulación tenía ya preparados los botes salvavidas. La decisión del Capitán de abandonar el buque en balsas y con trajes de supervivencia -que eran una innovación en el Salvamento Marítimo español- fue acatada. A las 17.00 toda la tripulación embarcó en dos balsas. Cada balsa tiene capacidad para dieciseis personas, en una embarcó el Capitán con los cinco oficiales, en otra al mando del contramestre el resto de la tripulación. Con el barco con el piloto automático, proa a la mar y muy poca máquina avante . Cuando se largaron las amarras de las balsas, el "Delfín" navegaba con sus luces encendidas capeando valientemente el temporal. El Capitán ve su barco alejarse mientras las balsas se machacan en las olas, arrastradas por la violencia del temporal. A su mente viene la historia de todos los buques, que abandonados por su tripulación han sido rescatados por una tripulación de salvamento que pasaba por allí. Es la seguridad de la gente contrapuesta al valor de la nave y su carga. La norma de supervivencia contra el prestigio profesional, las vidas contra los bienes.
El Jefe de Máquinas Angel Higuera Gómez le dice al Capitán con el que comparte balsa: "Te lo dije siempre Severino, ese barco es la hostia". Un minuto más tarde cuando la cresta de la ola les dio visibilidad, el barco entra por ojo en una ola y se hunde en unos minutos. Desde el momento del abandono tardó veinte minutos en hundirse.
En la balsa numero uno, los seis oficiales, con la seguridad de que su mensaje había sido recibido fueron evacuados uno a uno, tras unas horas de espera. Cada evacuación exigía que el tripulante se tirase al mar y cazase el arnés salvavidas del helicóptero, que luego lo izaba. El Jefe de máquinas dijo no podía respirar y se despojó del traje de supervivencia- una especie de traje de astronauta- Carbajales le ordenó ponérselo. Lo hizo, pero no abrochó la capucha . Cuando debía tirarse al mar para ser rescatado, un golpe de mar volcó la balsa que había perdido mucho aire. El Capitán salió de la balsa volcada orientándose por los proyectores de luz del helicóptero. Un rescatador del helicóptero del "ARGUS" bajó por el cable para rescatar al Jefe de máquinas que ya estaba muerto. La autopsia reveló que se había ahogado. Los detalles del rescate están muy bien descritos en "Escoben" . Cuando el Capitán llegó al "Argus" faltaba un hombre. La desesperación se adueñó de Carbajales. Si creyó morir cuando veía los sucesivos intentos de atrapar el arnés salvavidas lanzado por los helicópteros frustrados por olas de más de once metros, durante una pesadilla de tres horas, pensaba que el Contramaestre estaba perdido, no podría aguantar una noche más en la mar. El Capitán del Argus le aseguró que los helicópteros que iban a intervenir podían localizar un corcho de botella en la mar. No se lo creyó pero lo consiguieron: Antonio Sánchez Ríos , Contramaestre del "Delfín del Mediterraneo" era rescatado por un helicóptero del buque de guerra holandés "Tromp" hacia las diez de la mañana. Había permanecido en el agua diecisiete horas.
Su relato al Capitán es una muestra de pericia y buen hacer. Una hora después del abandono la balsa comenzó a perder aire, intentaron hincharla con el fuelle, pero algo se rompió, la balsa comenzó a deshincharse rápidamente. Debieron abandonarla. Formaron un círculo de donde fueron rescatados todos los tripulantes, hasta que quedó solo el contramaestre. En medio de la espuma, los helicópteros ya no pudieron verlo. Permaneció en el agua hasta las diez de la mañana en que fue rescatado.
El Capitán Carbajales estaba seguro del Contramaestre y los tripulantes. Gente experimentada, con entrenamiento específico.
Cuando leí la noticia en los periódicos, llamé a Carbajales, que muy emocionado me dijo que hacía cuatro días que había llegado a casa, estaba destrozado, nadie de la Compañía había llamado para preguntar por su estado de ánimo, solo un Jefe de Máquinas llamó para decirle hijo de puta.
Mi padre, que siempre dijo que los marinos éramos unos inútiles, gente que no valía para estudiar, vino a cenar cuando Severino me hizo ese honor con Julia, su esposa, y su madre. Estaba pasmado por lo que le expliqué y quedó muy emocionado por conocer a un "héroe sin guerra" según me dijo luego. Dijo a la madre del Capitán, algo así como:
-Señora, estará usted llena de orgullo por el valor de su hijo.
Es muy bajita, pero la vi crecer en su silla cuando contestó:
-Estoy contenta de tenerlo aquí, pero solo cumplió con su deber al salvar a su gente.
Siento mucho que la valiente señora no pueda ya enterarse de lo que escribo. Pero está a buen recaudo, cuidan de ella su hijo y su nuera que solo libran los sábados, cuando les sustituye una cuidadora.




domingo, 8 de agosto de 2010

CURSO DE FAROS EN BRENTFORD.

Foto Trinity House.
Aquel año (1985) me había castigado duramente: Había montado una empresa de energía solar, había perdido un amor que me había acompañado durante años, había embarrancado el "Tabeirón" en Portugal con lo que me habían salido tan caras las vacaciones como si pasase un año en Copacabana, para acabar de joderla me había liado con una elementa de mucho cuidado...En fin, un desastre.

Mi jefe de entonces era el Ingeniero de Caminos Enrique Disdier, que creo me apreciaba, aunque parecía más preocupado por las consecuencias de mi separación en mi hijo que por mis actuaciones arreglando faros. Hoy los recuerdos vinieron intensos, y apoyado por mis preces a San Google le localicé, está bien y aunque los trepas del PSOE destrozaron su carrera, pues era demasiado eficiente y tenaz para ser manejado por una panda de indocumentados, sobrevive. De muchos de aquellos solo queda algún artículo en la revista Obras Públicas de 1970. Debo además decir que Disdier posibilitó dando días libres mi participación en las intervenciones del pesquero"Xurelo" con Greenpeace contra los vertidos nucleares en la fosa atlántica a principios de los 80. Lo que da muestras de su talante.

Los cotillas de la oficina debieron contarle mis desventuras. Me llamaron a la Jefatura de Costas y me propusieron hacer un curso de Faros en Brentford, a las afueras de Londres. Imagino que para que me relajase. Acepté encantado. El curso fue un fiasco, al final nos pidieron un informe y en contra de lo que opinaban mis tres compañeros de otros puntos de España lo definí como un traslado de electricistas españoles a Inglaterra para enseñarles a colocar enchufes. Todo el mundo se mosqueó, con lo que la lista de mis amigos y admiradores se incrementó bastante.

El único que hablaba un inglés casi aceptable era yo. Por ello, la empresa fabricante, puso una intérprete madura y bellisima, era una española de nacionalidad iraní por matrimonio, exiliados por la caída del Sha de Persia. Cuando pasados diez días terminamos el curso, los de Pharos Marine nos invitaron a cenar para tapar su inoperancia. Naturalmente vino la intérprete. A cada lado de la intérprete se sentaron mis compañeros más veteranos, que estando próximos a la jubilación y llevando treinta años reparando y montando los equipos objeto del curso fueron enviados por el Ministerio a hacerlo. En mitad de la cena la intérprete, sentada frente a mí, hizo una seña, puse la oreja y como si hablase de las costumbres de las belugas, dijo en inglés, más o menos:

- One of the "gentlemen" by my side put his hand on my pussy, he found another hand there, that of the gentleman of the other side. Traduzco: Uno de los caballeros a mi lado me ha puesto la mano en el coño. Encontró allí otra mano, la del caballero del otro lado.

Miré a mis respetables y respetados colegas que seguían sin decir palabra y sin pestañear, con cara beatífica de músicos del Pórtico de la Gloria.

Cuando pedí su permiso al señor Disdier para incluirle en la lista de mis personajes y le conté el argumento de este relato, dijo al llegar a este punto:

-Ah claro, dejando bien alto el pabellón. Pon lo que te dé la gana.

Pues eso....




domingo, 1 de agosto de 2010

EL BLASFEMO. Un sueño.


A simple vista el vecino parecía el mismo. El andar pausado, los ojos brillantes. Cuando uno se fijaba en su cara algunas venas estaban más hinchadas, los ojos un poco más abiertos de lo normal y la pupila algo dilatada.
Hace tres días lo despidieron, le dijeron lo de los malos tiempos, lo de que contaban con él para una próxima iniciativa, que sería exitosa.
Con la venta del portátil, del reloj de procedencia dudosa que le había regalado su primo yonqui y la chupa de cuero que había adquirido cuando se dejara coleta para comprarse una moto, había conseguido unos billetes que no le daban para pagar el alquiler.
El "sudaca" del ciber le miró desconfiado cuando apareció una orden de impresión de mil copias. Se tranquilizó al ver que sacaba de los vaqueros un puñado de billetes arrugados. Cargó rápidamente papel en la impresora.
El panfleto decía en términos poco correctos que harto de pagar las deudas de los bancos, los vicios y corruptelas de la Iglesia Católica, las facturas de agua y basura que sufragaban campañas electorales y casas de munícipes, los sueldos de inserción de delincuentes que lo único que insertaban era una chuta, o la papelina desde el ventanuco en la vara del comprador. Que se echaba a la calle. Que se iban a enterar, aunque le mandasen a la Leire Pajón con una propuesta innovadora a la cubana.
Pegó unos cuantos panfletos en los tablones de anuncios del Ayuntamiento, los policías locales le miraron indiferentes, creyeron que era de algún sindicato. Fue a la Delegación del Gobierno, el conserje le conocía de las copas en el "Factory", el puticlub de casa.
-Coño, ¿que haces por aquí?
-Vengo a dejar unos panfletos en el tablón de anuncios de personal y en el del público.
-Ah. Allí a la derecha, la cerradura no funciona. Chao, gracias.
Fue a la Delegación de Hacienda y dejó dos por planta. En los juzgados puso uno en el Registro Civil. Allí el policía le paró porque no pitó el detector. "No tengo móvil y dejé las llaves en casa". Pase, pase. Fue subiendo planta por planta y dejando su panfleto en la corchera, entre subastas de casas y requerimientos. Alguno se fué a la papelera para dejar espacio y una chincheta libre. En el Juzgado de lo Mercantil nº 3, solo estaba una gorda, tenía una cara linda pero la obesidad mórbida la dejó con excesos por todos lados. Fue como si se oliesen. Llevaba pensando toda la mañana en ello, el calorcillo al apretar los muslos ante el teclado la había dejado ligeramente arrebolada. Vengo a dejar un panfleto... Lo empujó al archivo, "la maldita grasa, lo tapa todo, pero es muy tierna". La mano de ella frotó lo que un espasmo había dejado en puertas, buscando lugares sensibles. Mientras, él ya pensaba donde ir. Salieron juntos, ella quiso decir: ¡espera!, pero él ya estaba corriendo bajo la tormenta de agosto, tapando sus panfletos en la bolsa de plástico.
Pegó panfletos en cada iglesia de la ciudad, en la entrada y en el lateral de los confesionarios.
Se fue al albergue, allí había dos jóvenes de Senegal. "Salam-aleicum", "Salam". En el suelo alfombras, orientadas al levante-poniente, encima de las taquillas versiones del Corán, papeles enrollados con las Suras y algunos escritos en árabe a modo de pancartas en la parte más alta de las paredes.
-¿Nadie más, aquí?
- Hermanos ir a dinero para causa.
- Sois gilipollas, este es el peligro.
Arrancó las pancartas, tiró al suelo los coranes y todos los papeles que encontró, los pisoteó y no encontró un mechero con que plantarles fuego. Los jóvenes aterrados decían: "Blaspheme, blaspheme".
Al caer la noche, vio grupos de mulsulmanes de todas las etnias cerca de lo que había sido su casa. Pensó que debía armarse.
Iba mirando por las obras de la reposición anual de alumbrado público buscando un hierro suelto. Esta vez encontró un mechero Bic vacio.
Se fue al "Factory", el policía que hacía de guardián de noche a cambio de algún polvito de madrugada y cien euros estaba armado. Dormía a pierna suelta con la ventanilla de su coche abierta y pesadillas de agosto. Le puso el Bic en la sien, por lo metálico, muy bajito:
-Nin te movas, gilipollas. La mano izquierda cogió del regazo funda, pistola y cargador de repuesto, quitó el seguro y salió corriendo pistola en mano.
Fue entonces cuando desperté y el principio de una gran amistad.