miércoles, 24 de marzo de 2010

LA RUBIA DE "EL RONQUILLO" (Sevilla)

El Ronquillo 04/03/10
Me gusta parar en los pueblos, es el mundo real. Un barómetro para saber como van las cosas. El Ronquillo está pegado a la historia, a la Ruta de la Plata e intenta despegarse del pasado camionero, del feismo de los setenta y creo que lo conseguirá. De momento es un pueblo en que todo el mundo es guapo. Camareros, dependientes, ..., la cajera de la gasolinera parecía sacada de un concurso de belleza.

Nuestro encuentro duró lo que dura un pis de mi santa (puede contar hasta doscientos) y un café. Entró la rubia empujando la silla de un hombre ciego y sin piernas. Es grande, transmite limpieza y el mundo podría girar entorno a ella.

Aparcó al hombre junto a una mesa y se fue a la barra, a mi lado. La camarera le preguntó:

-¿Que quieres?

La rubia respondió con impecable acento de la zona pero con un imperceptible deje de Ohio.

- ¿Que quiero...?, seis o siete cubatas y una noche de pasión.

Reí hacia adentro, la imaginé creciendo en una granja cerca de Toledo (Ohio), sus padres enviándola a estudiar a la vieja Europa y ella yéndose a la Ruta de la Plata, sin estudiar nada.

Cogió una coca-cola que le puso la camarera y se fue a la mesa. Le preguntó al anciano:

-¿Que vas a querer?

-¿Donde estamos?,

-En el bar, ¿No querías ir al bar?, pues estamos en el bar.

-Pues una cerveza y unas aceitunas.

-Y,¿ no quieres sardinas?.

-No, que están malas.

- ¿ Por que están malas las sardinas?

-¡Yo que sé..! ¡Pregúntale a las sardinas !

Fue entonces cuando mi Santa dejó de contar hasta ciento cincuenta y vino a tomarse el café y el pan con aceite. La rubia se aproximó a pagar.

-Muy divertidos usted y su hombre...

-No ve, pero canta muy bien.

Cuando nos fuimos sonrió e hizo así, con la mano.

Ayer llamé a Casa Huertas del Ronquillo, no estaba seguro de que fuese el bar donde estuvimos, pero con mi ocasional buen criterio pensé: a la rubia la conoce todo el mundo.

El señor que me atendió, encantador, me dijo: Es polaca y el hombre no es de aquí, está en la Residencia.

Esa residencia merece la pena. Pero mi santa no quiere internarnos.

viernes, 12 de marzo de 2010

LA VIDA EN LOS BARCOS MERCANTES. I

Moncho Chubasco, marinero como la víctima (yo), cortándome el pelo.

Foto: Monte Amboto. Con niños libaneses un domíngo, cerca de Trípoli (Libano) cuando era otra cosa...

En 1970, embarqué de marinero en el "Monte Amboto", en 1971 de 3er. Radio en el Trasatlántico "Montserrat", desasnado allí y no pudiendo pagar mis cuentas en el bar, me enrolé en un pesquero, el "Vimianzo", cargado de una enfermiza voluntad de anacoreta, duró poco esta vocación. Trasbordo al "Eolo". Luego la mili, el matrimonio y año y medio en el "Sierra Jara" y "Monte Amboto" , navegando siempre con mi primera esposa, empecé en los barcos extranjeros: Singapureño "Kosmonaut", panameño "Kristl Hermann", panameño "Stardust", singapureño "Santa Ursula", y el Liberiano "Dorado".
Lamento ser tan poco conceptual, desde pequeño soy anecdótico y casi intrascendente. Cuando me pongo a trascender, trasciendo y mi Santa dice que soy un pelma. Coñazo no, que es sexista.
Voy a esforzarme con denuedo para tratar la vida de los barcos sin que pasen ustedes el día leyendo y yo seis meses escribiendo.
Entre 1970 y 1977 los barcos mercantes eran un amplio abanico de actividad comercial. Pasaje, cargueros, petroleros, tanques químicos, bull-carrier, rolones. Por el tipo de navegación había: lineas regulares oceánicas, cabotaje nacional e internacional y tramp.
El personal era igual de diverso. Factores comunes igualaban los barcos españoles y los extranjeros, tanto en la navegación y forma de vida como en los tipos humanos y sus conductas. Una diferencia, esperada por otra parte, la flota española era chatarra en esos años. La falta de inversión en equipo y mantenimiento, eran endémicas entonces, los salarios eran un tercio de las marinas de otras nacionalidades. La disciplina tenía connotaciones de corte fascista. Pegarle una hostia a un marinero era falta. Pegarle a un oficial era delito. No hacer horas extras era sedición, o delito de desobediencia (jurisdicción militar) . Legislación: Ley Penal y disciplinaria de la Marina mercante de 1955, de 22 de diciembre.
El personal se clasificaba en tres categorías, con diferencias de clase acusadas en los barcos españoles y mucho menos en los buques de disciplina alemana, donde los oficiales consideraban a sus subordinados como compañeros, ayudaban en las labores para hacer más suaves los, a veces, penosos trabajos. Estas categorías eran: Capitán y oficiales, comían en un comedor separado, que en los barcos españoles se llama Cámara de oficiales. Maestranza: Contramaestre, mecánico o calderetero, electricista, mayordomo y cocinero, tanbién tenían comedor separado. Subalternos eran los marineros, mozos de cubierta, engrasadores, limpiadores, camareros y marmitones.
El barco funciona por departamentos, en aquel momento había tres o cuatro y en los buques de pasaje cinco, pues llevaban medico y enfermeros. Todos los departamentos eran dirigidos con reticencias por parte de la "Sección de Máquinas" por el Capitán, que por formación provenía siempre del departamento de Cubierta, cuyo jefe era el Primer Oficial, podía haber un Segundo Oficial y uno o dos terceros. El Agregado (alumno de Puente en prácticas) solía ser una figura muy querida y comentada. El departamento de Máquinas tenía la misma estructura y el Jefe de Máquinas ejercía el mando del departamento. En el departamento de Radio había normalmente un solo Oficial, a veces dos o tres en buques de pasaje. La Fonda era departamento con uno o dos Sobrecargos con categoría de Oficial solo en estos buques; igual que el Hospital, que en los cargueros llevaba cualquier piloto (Oficial de cubierta) al que el Capitán le encargaba esta función.
La cocina dependía del Mayordomo o Mayordomo cocinero, en los cargueros cuando acabó el contrabando de los felices sesenta desapareció el Mayordomo. Había normativa que establecía la cantidad mínima en calorías y en pesetas por tripulante y día que la compañía tenía que suministrar, cuando estuve en buques españoles eran treinta y cinco pesetas. Conocí algún Capitán que aparecía como sospechoso de mermar las raciones en connivencia con los cocineros o mayordomos. La gente pasaba hambre y entonces le compraban latas y pan. También solía en los barcos españoles dispensar el Capitán su atención a la Cantina, también llamada "Entrepot" que era un sistema de venta de productos como tabaco, alcoholes, perfumes y otros que no estaban sujetos a arancel en ningún país del mundo, solo para tripulantes (como en los aviones). El entrepot era el sistema financiero que permitía a los tripulantes ir de putas, cenar fuera, conquistar, etc. y mandar el sueldo integro a casa, por el sencillo procedimiento de su venta a los precios que para estos productos había en tierra. Es decir: pequeño contrabando. Ya entonces había en los barcos expertos en hachís y marihuana.
El llamado entonces personal subalterno lo constituían en Cubierta Marineros y Mozos de Cubierta, los mozos no tenían que pintar el costado ni subir a los palos, asistían a los marineros en estas funciones, tampoco hacían guardias de timón ni de serviola. Ganaban los mozos algo menos que los marineros, a este personal le repartía la herramienta y el material el Contramaestre, que es como un encargado en tierra . En Máquinas esta función la hacía el calderetero y repartía guardias y trabajo a engrasadores y limpiadores. En la cocina el Mayordomo o mayordomo-cocinero hacían pedidos que adquiría el Capitán o su delegado, organizaban las raciones para la travesía estimada y las elaboraban, el marmitón hacía el pan a las cuatro de la mañana y el café de las guardias, limpiaba la cocina y las perolas y servía la comida a la maestranza y lavaba sus platos. Si era espabilado, el cocinero le dejaba las raciones hechas y se iba de juerga, entonces el marmitón experimentaba en los fogones.
En los barcos alemanes se comía muy bien. Los marineros gallegos (casi todos) protestaban hasta con huelgas por la comida. Algunas compañías embarcaban cocineros procedentes de Galicia, que estaban trabajando en tierra en Alemania para evitar el problema. Consecuencia: la comida era una mierda y nadie protestaba. En los barcos de conveniencia (Singapur, Panamá..) de disciplina alemana había tres clases de pan, filetes y carne picada, café y té, leche y cereales. Todo ello estaba en dos "office", uno para la tripulación y otro para los oficiales, con sendas neveras, planchas, cafeteras y calentadores de agua.. En los barcos españoles eso ni se soñaba. Otra cosa que siempre funcionaba en los barcos alemanes era el aire acondicionado. Nunca supe por qué los maquinistas españoles no lo ponían, o lo jodían directamente. Había algunos inconvenientes: en mi primer barco extranjero con tripulación mayoritaria alemana y recién cambiado de bandera, dos oficiales españoles estuvimos meses sin intercambiar una conversación no profesional con nuestros compañeros alemanes. Mayoritariamente pensaban como hoy lo hacen muchos en España:" los extranjeros nos quitan el trabajo e imponen sus costumbres". Un par de años más tarde volví a navegar con algunos de aquellos caballeros, debo decir que su actitud conmigo cambió radicalmente y todo fueron facilidades. Las compañías habían asumido la multinacionalidad y en la mesa podíamos ser doce nacionalidades, pero casi todos los oficiales además de su lengua y el inglés, se expresaban y entendían en gallego gracias a la tripulación de cubierta y máquinas que solían ser de toda la costa gallega y sabían decir muy bien en inglés "yu fucki-fucki for mi tunait". Nuestras visitas a las noches de Brasil, donde la gente se enamoraba, olvidaba ponerse los preservativos y se casaba, desertando sin problemas después de pedir un anticipo amplio, dejaban sistematicamente un rastro de penicilina en la enfermería.
Singapur imponía un tripulante de su nacionalidad a los buques abanderados allí. Por tanto teníamos lavandero chino. Ganaba más que el primer oficial, el último se llamaba NG CHANG, era un gusto verlo hablar en gallego en los cabarés de Santos.
El 3er. Maquinista, Mr. Kenneth Barrett, de nacionalidad india, católico con cientos de estampitas, al que un día sorprendí al entrar por error de puerta (el que iba trompa era yo) en su camarote rezando, de rodillas, con los brazos en cruz, postrado ante sus estampitas; tropezó pocos días más tarde, de morros con mi mujer y conmigo cuando él salía de un hotel de los que entonces abundaban en las inmediaciones de los muelles. Con los ojos algo turbios, a modo de excusa y con una ligera inclinación a mi señora dijo, en su perfecto gallego da Costa da Morte:
-Xa non podía máis. Salíame o leite po las orellas.
La otra:
-Deus perdóa todo. (aparte)¡Mira ti! Mira que é fino o majama.
(Continuará)