viernes, 27 de septiembre de 2013

BILLY EL NIÑO.



1977. Carnavales. Encontraron la dirección del piso que acabábamos de comprar en el bolsillo de uno de los del aparato de propaganda. Cuando secuestraron a Oriol y Villaescusa decidí desligarme de los chicos del PCE(r). Pero mi contacto era un buen muchacho, era maestro (yo no lo sabía, tampoco sabía su nombre, eran todos "Carlos"), y le dí mi nueva dirección por si me necesitaba. Ese papelito fue la causa de mi detención.
Había comenzado mi colaboración con el PCE(r) unos cuatro años antes, a raíz de una conversación con el Piloto de guardia de un barco singapureño: el "Kosmonaut". La teoría era que había que apoyar a la extrema izquierda para que a la muerte de Franco la derecha y la izquierda dialogante fuesen más razonables. Cedimos nuestro piso de alquiler para reuniones y depósito de propaganda, les vendimos muy barato nuestro Citröen 2 CV. Nuestros vecinos creían que éramos contrabandistas, lo que hoy llaman menudeo .
Volvíamos de una comida en Silleda, era domingo. Subimos al niño para acostarlo y yo saqué a la perra, se llamaba Loita, pastor belga. Era de noche, había coches extraños al edificio,  la perra gruñía a unos tipos que estaban rodeando la manzana. Tres de ellos eran muy jóvenes y el otro era mayor, de unos cincuenta años. Todos muy trajeados. Pensé: Esta gente viene a por mi. En el vestíbulo había otros dos hombres leyendo en los buzones. Puse la cara más inocente posible:
-Buenas noches, ¿ puedo ayudarles en algo?.
Uno de ellos tenía en la mano un papel, el impreso que se cubría para hacer el carné de identidad.
-Es él, ¡Es él!, gritó.
-Inmovilice al perro o le pego un tiro.
La perra se abalanzaba. 
-Vamos a registrar su casa.
Tranquilicé a María que les llamó de todo, que era un allanamiento, que ellos eran unos indeseables. El niño que tenía un año, al ver a tanta gente estaba muy contento, la perra seguía intentando lanzarse sobre aquellos hombres que ya habían mostrado sus placas en la escalera. La casa estaba llena de cajas con nuestros enseres, nos mudábamos al piso recién comprado. Lo miraron todo. Encontraron  mi carné del Sindicato Libre de la Marina mercante, un libro los "Atentados contra Franco" recién publicado, los requisaron. Una agenda que en una fecha tenía anotado: Armas 4000. Me preguntaron que significaba, me quedé en blanco, les dije que tal vez tuviese que ver con mi permiso de armas, que aún no había utilizado. Mi mujer señaló una lampara hecha con un cajón, una pistola y una escopeta senegalesas  y dijo con todo el desprecio,
- Esas son las armas y son 4000 francos CFA, que nos estafaron en Dakar, en realidad son viejos tubos de agua.
-Quedan ustedes detenidos.
-¿El niño también?
-Déjelo con alguien...
-Es la una y media de la madrugada, no llevo a mi hijo con nadie, si acaso se va conmigo.
El policía mayor dijo que no saliese de casa, que no usase el teléfono y que al día siguiente dejase al niño y se presentase a las once en Comisaría. 
Estuve esa noche y todo el día siguiente en el calabozo. Por la noche me subieron a una oficina, dos guardias de la Policía Armada me custodiaron un rato. Entró el policía que había estado en mi casa. Detrás un policía de unos treinta años, barrigoncillo y con pelo largo como se llevaba en la época, en mangas de camisa y remangándose:
-Así que este es el caballerete...
-Disculpe, caballerete por las maneras...
No me dio tiempo a decirle "es usted". Se vino agresivo hacia mi. El policía mayor se interpuso y ordenó que me llevasen a los calabozos.
Dos días más tarde me dejaron en libertad por falta de pruebas.
Cuando aprobé las oposiciones de faros en 1978, decían que empezaríamos las prácticas en el Centro Técnico de Señales Marítimas de Alcobendas entre tres meses y un año más tarde. No podía permitirme estar tanto tiempo sin ingresos.  Puse un anuncio en el "Ya": "Joven, con estudios medios, cuatro idiomas, conocimientos de contabilidad y electrónica busca trabajo". Y el teléfono de la pensión.
Solo me llamaron para hacer los cubatas y sumar los tickets de los camareros para un asador en Bravo Murillo "Casa Franco". Con el nombre de "Peña Atlética Tetúan" habían conseguido licencia para abrir un bingo, que junto con el Club Canoe monopolizaban la ludopatía de la zona. Los camareros entraban gritando el pedido, yo se lo preparaba, sumaba mentalmente la comanda, mientras el camarero preparaba los cafés y me hacía un ticket por el total. En los pocos ratos libres sumaba las bandejas de cada camarero. En esas estaba, cuando entró uno de los hermanos-dueños seguido de un hombre al que le asomaba una pistola por la apertura de la chaqueta. Me puse tras una columna que había en medio de la cocina donde preparaba las bandejas, tenía al lado los útiles de cocina. Cuando vi que no había gritos ni sensación de peligro volví a mi puesto. El hombre salió apresuradamente. Cuando salió el dueño me dijo:
- Acaban de  sablearme veinte mil pesetas.
Unos meses más tarde ya había comenzado las prácticas y les dije que no aguantaba el ritmo de las bandejas, que lo dejaba. Me propusieron "ascenderme" a portero. Pensé "Claro, como hablo idiomas". Acepté. Solo tuve un par de peleas.
Un día vi entrar al hombre de la pistola. Pregunté a la recepcionista quien era: 
-Una pena, es un policía  muy famoso le llaman "el Niño". Antes de entrar pregunta si esta su mujer, si está no entra. Debieron hacer un pacto de no jugar. La mujer hace lo mismo.
Estos días,  identifico la foto del torturador de joven con  el "caballerete".

domingo, 15 de septiembre de 2013

PREHISTÓRICOS DEL FUTURO.

Hace una semana fui a una visita de la Asociación de amigos del  Museo Arqueológico de A Coruña a enclaves pre-romanos de la zona donde habito. 
Fui un niño de aldea, nos faltaban tantas cosas que la vida de los prehistóricos era la nuestra. Uno de mis amigos cuando instalaron la radio en su casa me explicó que había unos hombrecillos dentro, hablando y tocando. Yo estaba más preparado, creía que la voz y la música venía por los cables de la luz. Intenté comunicarme con ellos a través del enchufe de la radio. Les expliqué que era un niño que vivía en una aldea y quería hablar por Radio París. Tuve suerte, conservo la lengua y ni siquiera es bífida. Quince años más tarde descubrí las ondas hertzianas y nunca las abandoné, hasta viví de ellas.
Tal vez esta infancia carente de todo, en una Galicia suburbial que podría ser profunda, marcaron mi aprecio por las cosas, creo que tengo demasiadas y no tiro ninguna.
 El garaje esta lleno, es nuevo y está lleno de cosas. Restos de pintura. Pedazos de metal  de construcción,  inventos que tuvieron diverso final. Chapas, aislantes, canoas, remos, salvavidas, defensas del barco que ensucian el casco, televisores viejos, aspiradores, un retrete roto....
Tengo mucha madera que acumular para próximos inviernos, debo ponerla a cubierto, que seque, ¡que mejor sitio que las paredes de un garaje!. 
El viejo garaje de mi padre puede recibir esos materiales que no quiero tirar, por si me valen para otra cosa. Entonces viene la arqueología.
Pienso en una glaciación, su deshielo es tan potente que lo arrasa todo. Ya acabé la leña, los techos se han hundido y me he muerto de frío. Los míos vuelven a África y el deshielo lo arrasa todo. Por la ladera 
donde vivo circulan piedras, arenas y materia orgánica que baja hacia la ría. La Ría de Pontevedra ha vuelto a ser un lago de fango, y en las estructuras arrasadas se depositan todo tipo de arenas, las más gruesas al fondo
 Tres mil años más tarde los arqueólogos de Villavenancia descubren el garaje de mi padre. Excavan y encuentran trozos de red de plástico, restos de una tomatera que eran un proyecto de hamaca. Poliester que no llegué a usar, remos, una máquina de picar carne para hacer chorizos, restos de cerámica para baños y cocinas, una salamandra y sus tubos de salida, ladrillos refractarios de una forja que funcionaba con compresor, hierros que no forjé. Un colchón de muelles que espera que lo queme para aprovechar los muelles. Cañas de bambú para sujetar los tomates, el armario del ajuar de mi madre, una máquina de cortar azulejo, hachas, azadas y martillos sin mango. Hachas, azadas y martillos con mango.
Los arqueólogos están fascinados. Han encontrado su primer asentamiento industrial. 
-"Eran personas muy industriosas, vivían y trabajaban en el mismo espacio, el paleo-suelo esta lleno de restos cerámicos y metálicos. Son similares a los encontrados en las afueras de una ciudad oriental que los nativos llaman Changai. Seguramente esta era una colonia oriental, los restos de nudos de bambú lo prueban."