Una de las sensaciones más tristes de hacerme viejo es la de falta de tiempo. Siendo casi cuarentón criaba a mis hijos, curraba como un loco, navegaba, me iba de juerga y siempre tenía tiempo para acercarme a una librería, buscar un libro, comprarlo e incluso ¡Leerlo!. Aquella vez fui con mi padre y mi hijo mayor a una de las pocas librerías que resisten hoy en día en Pontevedra, la librería Cao.
Estaban de moda los manuales de auto-ayuda: "Como mejorar en los estudios" "Como mejorar en tu empleo". Yo leía los títulos con cierto desdén.
Mi padre me miraba con preocupación, era escéptico hacia cualquier tipo de compra que no fuese inmueble.
Tomé un libro del anaquel, se titulaba "COMO TENER LA CASA COMO UN CERDO" dedicando capítulos ilustrados a actividades tan interesantes como: La decoración a través del alcohol, Como hacer zumos en una bolsa de basura, etc. Mi padre me dijo con el gallego socarrón esperado:
-E logo, ¿que libro comprache?
"E logo" se traduce por: entonces? Se lo tendí:
-No puedo entender para que lo compras, si ya tienes la casa como un cerdo.
-Es que todavía necesito base teórica.
AVISO: Estas conversaciones en presencia de los niños les perjudican, dejándoles surrealistas.
A veces, vale más la calidad que la cantidad, la falta de tiempo siempre nos llega, hay tantas cosas que ver y leer..... Estupenda excursión la tuya a la librería, yo he comprado muchos libros por el método "levitación", leer un párrafo y decidir la compra. Para mí las librerías son un lugar sagrado, mucho más que algunos templos oficiales.
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