martes, 16 de octubre de 2012

DIEZ AÑOS DE "PRESTIGE". Diez años de vergüenza.

En un país donde se tardan diez años en juzgar las responsabilidades de un desastre marítimo, y donde los máximos responsables eluden el banquillo, repiten cargos e incluso ascienden, habría que mirar con lupa su fauna pobladora, el interés que su medio natural más importante despierta en la población. Las lineas que siguen son la impresión de aquellos días en mi recuerdo.

Estaba de turno en la Escuela Naval de Marín donde trabajaba como observador en el Observatorio Meteorológico. Cuando las cosas empezaban a hacerse evidentes me llamó Manolo Docampo un profesor de Química del instituto de Villagarcía. 
-José Antonio, esto va a ser un desastre la marea negra está en la bocana de las rías. Los datos de la administración española no son fiables.
-Y¿ que se puede hacer?- le dije.
-Te llamaré.
En la Escuela habíamos  visto las predicciones meteorológicas de los servicios españoles, portugueses e ingleses. Yo había llamado a todos mis compañeros de la Marina mercante con los que tenía contacto, el diagnóstico de los capìtanes era unánime.
-Con el temporal reinante con vientos de SW la decisión de alejar el buque de la costa es una barbaridad, el buque debe ser remolcado a la Coruña, meterlo en los muelles de la Refinería y descargar el crudo. Barreras, remolcadores y medios son más fáciles y más baratos localizando el daño. 
Pero no. El buque fue alejado de la costa con serio peligro para todos los intérpretes de la tragicomedia que el entonces Ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos tituló "Que lo lleven al quinto pino". Si los ineficientes y sumisos burócratas que se apoderaron de la administración marítima española no hubiesen falsificado sus días de mar, seguramente las cosas serían de otra manera.
Me llamó Manolo Docampo.
-Hice un invento, te lo llevo.
Era una sartén agujereada, como las de asar castañas, el mango se había sustituido por un corto tubo metálico que sujetaba un mango de madera, para que pesase menos. Desde un bote se podían recoger galletas de fuel sin sacar agua. Fui con la sartén al Comandante Ibáñez, antiguo Maquinista de la mercante en la Reserva Naval Activa, que era entonces el Jefe de Mantenimiento. Le pareció bien y el Director de la Escuela dio orden de que se fabricasen con los medios existentes doscientas unidades. Elegí el tamaño similar a la muestra, se compraron las doscientas sartenes y en un taladro anterior a la segunda guerra mundial se taladraban los agujeros, a medida que iban saliendo, un mecánico soldaba los trozos de tubo para meterle el mango, otro colocaba los mangos. En un día se hicieron las doscientas sartenes y se distribuyeron a las embarcaciones (Botes de prácticas de los alumnos). Salimos a Ons donde habían llegado las primeras manchas de fuel. Probé las sartenes y funcionaban.
Me fui a Bueu, entre observación y observación disponía de tres horas, así que me puse a coser barreras hechas con botellas de plástico de diez litros y trozos de red, al lado de hombres y mujeres de la zona, que en silencio, algunas llorando, trabajaban sin parar, tratando de enfrentar la peor de las ruinas. La Armada puso barcos y helicópteros a disposición de los voluntarios que iban a la costa de Ons a retirar lo que se popularizó como "Chapapote", alquitrán con el que se carenaban los barcos de madera en gallego. Los Alumnos suspendieron las clases e iban en grupos de diez en botes de siete metros a retirar galletas en la mar. Los militares que desembarcaban en la isla fueron insultados e incluso apedreados por algún gilipollas.
En los pèriódos entre observaciones seguía yendo a coser barreras al Muelle de Bueu, allí me explicaron  los patrones que las barreras estaban siendo tendidas entre tierra y la isla en las bocanas Norte y Sur.
Cuando iba a buscar mi coche, cuatro marineros nativos de Ons a los que conocía, salían bastante borrachos de un bar. Iban riendo, descojonándose de los que estaban trabajando en el espigón y señalándoles decían: "mira, como traballan" "nunca houbo tanta xente no muelle". Contuve mis instintos agresivos y no les dije ni una palabra, imagino que la mirada que les dirigí fue suficiente. Me fui muy triste, pensando: Este es el país que vota a los hijos de puta incompetentes que nos gobiernan....
Próximo Capítulo. Apóstolous Mangouras, un Capitán.

1 comentario:

  1. Toda la razón, excepto en una cosa en mi opinión. Si algo hubo encomiable en la tragedia del Prestige fue la iniciativa y actuación ciudadana (salvo como siempre algún gilipollas). Lo que una vez más demuestra que sin la incompetente administración funcionamos mucho mejor.
    Lo de ahora será una pantomima en la que todo apunta a que harán pagar el pato al único protagonista que actuó con buen criterio, el Capitán.
    Los de siempre volverán a irse de rositas, porque ahora están ocupados en volvernos a pedir el voto.

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