Tengo algunos amigos policias, algunos otros son delicuentes. Les quiero igual, individualmente, y les acepto a pesar de su actividad. Ser delincuente es facil, la legislación es tan extensa, y a veces el legislador es tan injusto, contrario a la razón, ya sea por interés o ignorancia, pues son comprables, los grupos de presión existen y la mejor manera de que un individuo normal sea excluido de la sociedad y aislado de la población no es meterle en prisión, es darle un cargo político. Los demás somos delincuentes.
La primera noche que pasé con vosotros, como no sabíais muy bien a que ateneros, todos vuestros comentarios, actitudes y desconcierto me parecieron lo normal en un país caótico como este.
Al día siguiente, conmigo ya destrozado por el cansancio y concentrado en no decir barbaridades a los medios que perjudicasen a personas no responsables de la incompetencia de quienes les dirigen, no tenía el cuerpo para observaros. Recibí algunas, pocas, amabilidades e imagino que los agentes de servicio cumplieron estrictamente sus instrucciones. Pero estoy preocupado por algunas actitudes, he conocido sociedades que funcionan y sociedades en descomposición. En treinta años de servicio público en lo más bajo de la administración he tratado siempre de obviar la burocracia, los escritos que nadie lee, servir al ciudadano que me paga, no usar enchufes, tratar de frenar la mala hostia cuando he tratado con gente impulsiva como yo, o simplemente con ciudadanos chulescos y maleducados. Otra cosa es la sumisión al poder, sean cuales sean sus decisiones.
La segunda noche me trajo vuestras conversaciones de nuevo, jocosas y netamente fascistas en el caso de un agente, que quería anunciar la vuelta de Paquiño en el Faro de Vigo, para que eso, -es decir mis noches con vosotros- se acabase. Supongo que su padre también fue guardia municipal, sabiendo el nepotismo que teneis en la plantilla es normal. Seguramente es un poco más joven que yo. Cuando él era pequeño el supuesto guardia padre cobraba mil pesetas, para llegar a fin de mes cobraba recibos y hacía retenes en el parque de bomberos, si tuvo más de tres hermanos no pudo estudiar, ese era Paquiño y su pleno empleo y la disciplina que muchos acataron. Seguí tumbado junto a mi Santa que esa noche no hubo manera de que se fuese.
Fui a mear a vuestro urinario, el Jefe había dicho que podíamos tomar café, comprar agua o refrescos y usar vuestros retretes. Cumplisteis las órdenes con disciplina militar, el agente se ponía ostentosamente en posición de firmes cuando yo pasaba a mear. Servir al ciudadano no es eso, es solucionar, es decidir lo mejor para la ciudad, es no firmar dobles sentidos, no hacer ordenanzas de triple interpretación, es que sus impuestos sirvan al progreso, servir al ciudadano es ser normal. No me gustan vuestras maneras de pasarela, no me gustán vuestros uniformes de rambo, pero lo que menos me gusta es la desidia e incompetencia de la dirección política, la interferencia de los sindicatos en los ascensos, la falta de respeto a los débiles de algunos agentes y la falta de educación de los ostentosos. Sé educado, como el joven al que di las gracias, sé eficiente como el tipo de los peladillos, que mientras hablaba con su amigo no sacaba ojo de su aparato, tanto que creí que me estaba grabando, en fin: Si cumples con tu deber, no eres macarra, chulo-putas, ostentoso, serás un buen ciudadano y por tanto un buen policía. Lamentablemente la vida es tentación. Lo público, contrato. Y si sabes lamer culos, te metes en política.
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