domingo, 17 de febrero de 2013

LA MAESTRA.


Se llamaba Doña Carmen Gestal Rodríguez, me aceptó en su escuela con cuatro años, dos menos de la edad reglamentaria, tal vez porque ya sabía leer. Murió el día de los enamorados. Había cumplido ciento seis años.
Tengo recuerdos intensos de toda mi vida y de al menos cuarenta años de la suya. La tabla de multiplicar, dirigiendo el coro de niños entre cuatro y trece años con una vara de bambú. El canto del himno fascista, que todos debíamos saber por si algún día venía un inspector, que nunca vino a ver nuestra miseria. Su reparto de queso y leche de la ayuda americana a los más desnutridos de la zona para que la llevasen a sus casas.  Los niños mayores me pegaban, sin que pudiese defenderme, pues mis padres me lo habían prohibido. Y ella que nunca se quejaba se quejó a mi padre de que yo aguantaba golpes e insultos sin responder, me enteré veinte años más tarde. Me protegían las niñas mayores, imagino que por orden suya. 
La escuela pública de A Piolla, en Lérez, era un cuarto de unos treinta metros cuadrados con una puerta y cuatro ventanas desvencijadas, mesas y bancos de madera similares a los que hoy se ven en algunos lugares de África. Bajo el aula trabajaba un zapatero, al que observábamos por los agujeros de la tarima.
 El retrato firmado de Franco, el de José Antonio y un crucifijo, presidían nuestro aprendizaje. En un rincón una Inmaculada sobre una luna creciente.  Nos decía que la virgen lloraba si nos portábamos mal.
Casi todos los alumnos teníamos sabañones. Doña Carmen organizaba una excursión de los mayores a por leña y encendía una hoguera en la galería de ventanas de guillotina desvencijadas, por donde se colaba el viento húmedo y helado. Andaba siempre muy limpia, pero con los mismos vestidos, era casi transparente. Era la época en que se decía: Pasa mais fame ca un maestro de escola. Hizo que  aprendiésemos las cuatro reglas y la enciclopedia Álvarez de memoria y casi todos sus alumnos fuimos trabajadores normales, gente de bien.
 Cuando ya estaba navegando y pasaba por Pontevedra  la encontraba o la visitaba, le contaba mis viajes, mi integración con movimientos antifranquistas. Me avisaba: Ten mucho cuidado con esos, que no juegan. Cuídate mucho.
Cuando ya debía andar rondando los cien años, su sobrina Chani y yo fuimos a buscarla para llevarla a ver su escuela. No la reconoció: Esa ruina, ¿ es una escuela? Tampoco se acordaba de haber sido maestra, recordaba sus labores de costurera, haciendo ropa para el ejército a cambio de un poco de pan. Mirando hacia la zona donde vivo decía: Mira, eso es un monte, como hacen las casas en un monte, que absurdo...
La maestra Doña.Carmen Gestal "Nena" en 1929.

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