El Instituto en la actualidad.
En toda la provincia había dos institutos y algunos colegios religiosos autorizados. Los Institutos estaban separados por sexos. Masculino y femenino (solo se consideraban dos). Uno en Vigo y otro en Pontevedra. Y había uno laboral en Villagarcía. Había dos grupos por curso, el "A" y el "B". Mendoza y yo estábamos en la frontera, unos cursos en el "A" y otros en el "B". Como no venían emigrantes la M era una letra central. En cada aula había entre cuarenta y cincuenta alumnos.
Algunos de mis compañeros hace diez o doce años empezaron a reunirse el viernes antes de la Peregrina, que es en agosto, y cenar juntos. Los más reprimidillos se iban de putas después de cenar.
Cuando volví a Pontevedra uno de los organizadores me avisó. A mis ojos, los que había visto hacía cuarenta años como adolescentes aparecieron como lo que somos: abueletes. Cenamos, nos emborrachamos discretamente y fuimos a bailar al "desguace". El desguace como su nombre indica, es una discoteca clásica, se abrió cuando éramos jóvenes y seguimos yendo los mismos, cuando nos divorciamos, o nuestras parejas nos dan la noche libre (a saber por que). Es un sitio para ligar o morir en el intento.
Mi Santa a veces fue de incógnito y como no la conocían yo hacía como que había ligado. Pero este año fui solo y triunfé. Quedé muy contento. Al entrar vi como una dama mayor que yo (son las únicas que me miran), de buen porte, muy bien vestida y excesivamente enjoyada, me miró y salió a bailar, salté como un gamo a pesar de un dolor en la rodilla, rotura de menisco interno le llaman, me puse a su lado marcando el terreno. Bailamos y en las lentas empezó una conversación disparatada:
- Si te pregunto si vienes mucho, me vas a mandar al carajo. Estoy haciendo una encuesta por cuenta de la gerencia: ¿ Cual es el motivo de tu visita?
-¿Cuales son las opciones? En las encuestas siempre hay opciones.
-Claro: Vienes a buscar un amante. Vienes a emborracharte. Vienes a buscar pareja. Vienes a hacer las prácticas de baile de salón.
- Ninguna, soy una prostituta de lujo y por doce mil euros puedo ser tuya...
Me pareció genial y respondí un poco atropelladamente:
-Hostia, me harás una rebaja, que hoy solo he conseguido once mil quinientos...
Me cogió de la mano, y riendo me llevó a su mesa, no permitió que la invitase en vista de que estaba pobre y me contó su vida de emigrante en América y extravagante empresaria por estos lares.
Pero esa es otra historia.
Algunos de mis compañeros hace diez o doce años empezaron a reunirse el viernes antes de la Peregrina, que es en agosto, y cenar juntos. Los más reprimidillos se iban de putas después de cenar.
Cuando volví a Pontevedra uno de los organizadores me avisó. A mis ojos, los que había visto hacía cuarenta años como adolescentes aparecieron como lo que somos: abueletes. Cenamos, nos emborrachamos discretamente y fuimos a bailar al "desguace". El desguace como su nombre indica, es una discoteca clásica, se abrió cuando éramos jóvenes y seguimos yendo los mismos, cuando nos divorciamos, o nuestras parejas nos dan la noche libre (a saber por que). Es un sitio para ligar o morir en el intento.
Mi Santa a veces fue de incógnito y como no la conocían yo hacía como que había ligado. Pero este año fui solo y triunfé. Quedé muy contento. Al entrar vi como una dama mayor que yo (son las únicas que me miran), de buen porte, muy bien vestida y excesivamente enjoyada, me miró y salió a bailar, salté como un gamo a pesar de un dolor en la rodilla, rotura de menisco interno le llaman, me puse a su lado marcando el terreno. Bailamos y en las lentas empezó una conversación disparatada:
- Si te pregunto si vienes mucho, me vas a mandar al carajo. Estoy haciendo una encuesta por cuenta de la gerencia: ¿ Cual es el motivo de tu visita?
-¿Cuales son las opciones? En las encuestas siempre hay opciones.
-Claro: Vienes a buscar un amante. Vienes a emborracharte. Vienes a buscar pareja. Vienes a hacer las prácticas de baile de salón.
- Ninguna, soy una prostituta de lujo y por doce mil euros puedo ser tuya...
Me pareció genial y respondí un poco atropelladamente:
-Hostia, me harás una rebaja, que hoy solo he conseguido once mil quinientos...
Me cogió de la mano, y riendo me llevó a su mesa, no permitió que la invitase en vista de que estaba pobre y me contó su vida de emigrante en América y extravagante empresaria por estos lares.
Pero esa es otra historia.