A poco de venirse con nosotros seguía oliendo mal, sabía donde había estado por el olor que dejaba, su obsesión por la Sanidad iba en aumento, iba a la farmacia, al médico, al banco... y el olor la acompañaba. Una extraña mezcla de humanidad y perfumes. Empezamos a preocuparnos. Y solo yo podía decírselo. Lo hice. Empezamos a ducharla, lavarle la ropa, controlar su medicación. Intenté que siguiese con sus rutinas, sus flores, su huerto... Pero se lesionaba constantemente.
Un día estaba pintando un desconchado en la pared, al terminar dejé la cubeta de pintura con agua. Allí quedó, soy un desastre con mi desorden. A los dos días apartó la cubeta de cinc de una patada, se produjo un corte en la pierna. No me dijo como había sido, al ver la cubeta mediada de agua y desplazada medio metro me imaginé como había sido el feo corte de su tibia. Urgencias.
Buscamos una persona que mantuviese su cuarto limpio, controlase su ropa y su aseo. Era una ecuatoriana, rica venida a menos, mi madre la trataba como un perro. La ecuatoriana la acompañaba a pasear, de paso hacía su compra, vigilaba que no se cayese al ducharse y le ponía unos cuadernos para colorear, creo que era una buena mujer. Ya llevaba varios días la ecuatoriana viniendo por las mañanas, cuando oí que le decía:
-Buenos días, Soledad. Es hora de levantarse.
Entre y pregunté:
-¿Y eso de Soledad?
Contestó mi madre:
-¡Me llamo Generosa Soledad!
-En todos tus papeles pone Generosa, y siempre has sido un poco tacaña..., - Dije riendo-. Pero nadie te llamó Soledad, que yo recuerde.
Días más tarde escuché como le decía a la señora ecuatoriana que su marido- mi padre- era un señor muy importante. Le expliqué como lo veía yo, para que mi madre bajase la vanidad y la señora que la atendía supiese quienes somos. Aún no había leído que una de las primeras manifestaciones del Alzheimer es la fabulación, la pérdida de memoria y la desorientación puntual.
Siempre fuimos una familia pobre, hasta que a base de no gastar nada, hacer una economía de supervivencia trabajando el campo y de las propinas que mi padre recibía como Portero de Ministerios se hicieron con un patrimonio modesto. Las cosas les fueron mejor cuando a mi padre le reconocieron la condición de sargento mutilado de guerra, en la reserva, con antigüedad de 1938. Pero eso yo ya no lo viví, estaba navegando y ya estaba casado en primeras nupcias Empecé a entrar en sus vidas, cuando la edad y las enfermedades eran evidentes. Nunca pidieron ayuda de ningún tipo. Cuando venimos a su casa no estaban muy contentos. Acostumbrados a vivir solos, les parecíamos una invasión. A pesar de que hacía años que íbamos y veníamos, cuando enfermaban, cuando tenían una avería, .... Se acostumbraron e incluso un día mi padre me dijo que no esperaba tanto trabajo y sacrificio .
Los únicos viejos con los que había convivido eran mis amigos de los barcos de vela, El Capitán Herminio Viana, del "Celina" y May y Fred Bessant, del "Risor", eran un poco más jóvenes y no tenían problemas mentales. La convivencia con los de tu sangre te hace verte a ti mismo, como en un retrato. Aprendes quien eres tú, de donde vienes, te explicas tus propios delirios. Tratas de buscar razones y por ques a lo que solo tiene una explicación neurológica. Hoy, ya viejo - ya cumplí los sesenta- trato de vivir y atender. Gracias a mi Santa y a un Centro de día, tal vez lo consiga.
(continuará)
Un día estaba pintando un desconchado en la pared, al terminar dejé la cubeta de pintura con agua. Allí quedó, soy un desastre con mi desorden. A los dos días apartó la cubeta de cinc de una patada, se produjo un corte en la pierna. No me dijo como había sido, al ver la cubeta mediada de agua y desplazada medio metro me imaginé como había sido el feo corte de su tibia. Urgencias.
Buscamos una persona que mantuviese su cuarto limpio, controlase su ropa y su aseo. Era una ecuatoriana, rica venida a menos, mi madre la trataba como un perro. La ecuatoriana la acompañaba a pasear, de paso hacía su compra, vigilaba que no se cayese al ducharse y le ponía unos cuadernos para colorear, creo que era una buena mujer. Ya llevaba varios días la ecuatoriana viniendo por las mañanas, cuando oí que le decía:
-Buenos días, Soledad. Es hora de levantarse.
Entre y pregunté:
-¿Y eso de Soledad?
Contestó mi madre:
-¡Me llamo Generosa Soledad!
-En todos tus papeles pone Generosa, y siempre has sido un poco tacaña..., - Dije riendo-. Pero nadie te llamó Soledad, que yo recuerde.
Días más tarde escuché como le decía a la señora ecuatoriana que su marido- mi padre- era un señor muy importante. Le expliqué como lo veía yo, para que mi madre bajase la vanidad y la señora que la atendía supiese quienes somos. Aún no había leído que una de las primeras manifestaciones del Alzheimer es la fabulación, la pérdida de memoria y la desorientación puntual.
Siempre fuimos una familia pobre, hasta que a base de no gastar nada, hacer una economía de supervivencia trabajando el campo y de las propinas que mi padre recibía como Portero de Ministerios se hicieron con un patrimonio modesto. Las cosas les fueron mejor cuando a mi padre le reconocieron la condición de sargento mutilado de guerra, en la reserva, con antigüedad de 1938. Pero eso yo ya no lo viví, estaba navegando y ya estaba casado en primeras nupcias Empecé a entrar en sus vidas, cuando la edad y las enfermedades eran evidentes. Nunca pidieron ayuda de ningún tipo. Cuando venimos a su casa no estaban muy contentos. Acostumbrados a vivir solos, les parecíamos una invasión. A pesar de que hacía años que íbamos y veníamos, cuando enfermaban, cuando tenían una avería, .... Se acostumbraron e incluso un día mi padre me dijo que no esperaba tanto trabajo y sacrificio .
Los únicos viejos con los que había convivido eran mis amigos de los barcos de vela, El Capitán Herminio Viana, del "Celina" y May y Fred Bessant, del "Risor", eran un poco más jóvenes y no tenían problemas mentales. La convivencia con los de tu sangre te hace verte a ti mismo, como en un retrato. Aprendes quien eres tú, de donde vienes, te explicas tus propios delirios. Tratas de buscar razones y por ques a lo que solo tiene una explicación neurológica. Hoy, ya viejo - ya cumplí los sesenta- trato de vivir y atender. Gracias a mi Santa y a un Centro de día, tal vez lo consiga.
(continuará)