Foto: Cabo Villano. Por David García Pérez.
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Alonso y Cristina eran un matrimonio de fareros muy agradables. Nos invitaron a visitarles en el
Faro de Cabo Villano y compartir con ellos nuestros miedos y propósitos.
Me parece recordar que fuimos Orlando Sánchez, el presidente de la Asociación y yo. Alonso era un histórico militante socialista. Nos prometió su apoyo, hasta ese momento los únicos apoyos que recibimos fueron de la prensa, Antena tres, Diario 16, Interviu, Radio 1, TVE, Onda cero, Faro de Vigo, la Voz de Galicia, Atlántico Diario, a Nosa Terra y periódicos locales de Cádiz, Almería, Huelva, País Vasco y otros, abrieron un lugar para los faros en los medios de comunicación de la época. Recuerdo algunos nombres de periodistas: Moncho Alpuente, Guzmán García-Doncel, Avelina Barreiro, Luz María Durán y algunos otros que tengo que buscar en la vieja agenda. No conviene olvidar a la gente que un día te apoyó.
Al día siguiente Alonso me llamó, me dijo que fuese a la sede socialista de la Calle del Príncipe y que preguntase por Conchi Martínez, del Gabinete parlamentario, que ella me pondría en contacto con la comisión de Industria del Congreso.
Era una mujer menuda, una muñeca de metro y medio y cinco años mas joven que yo, eficiente en su trabajo y con unas gafas que llevaban un brillante en un cristal.
-Tienes un nicazo en el cristal, le dije.
-No, es una coquetería.
Fue un amor pasional desde el primer día, ambos abandonamos nuestros compromisos sentimentales y compartimos vidas y proyectos hasta hoy. Aparte de muchos conocimientos que recibí de mi inolvidable Pepe García Carro, y de algunos otros que me ayudaron a mantener los faros, el encuentro con Conchita fue decisivo para salir adelante de algunos golpes que la vida me fue dando, soportando con la ayuda de su amor y humor venganzas y deserciones.
Isidoro Gracia Plaza era un honesto diputado socialista de a pié. Trabajaba tenazmente en la comisión de Industria y coleccionaba constituciones y mapas. Tenía por Concha un amor paternal. Me apoyó tanto, que Mariano Navas llegó a decirme que había dividido a la comisión de Industria. No era cierto, en el congreso ya estaban divididos los diputados socialistas. Había un grupo de la vieja guardia llamados "Guerristas" y otro compuesto por recién llegados de ideología neoliberal, o así, como Boyer, Borrell y un grupo de trepas que se habían encaramado en Secretarías y Direcciones Generales, puestos que hasta Felipe Gonzalez había sido ocupados por funcionarios de carrera, que tampoco lo habían hecho mucho mejor; a este grupo les llamaban "renovadores".
Por mi parte me dí de alta en el Colegio de Oficiales de la Marina mercante,- siempre creí que los colegios profesionales de asalariados son inútiles-, pagué las cuotas y participé en todos los congresos, cursos y demás pérdidas de tiempo que la administración marítima y portuaria organizaba. Conseguí el apoyo escrito a la continuidad como funcionarios de los fareros, por parte del Colegio de la Marina mercante, de los titulados náutico-pesqueros (AETINAPE) y de la confederación nacional de cofradías de pescadores, no se manifestaron las corporaciones de prácticos de los puertos. Rafael Lobeto Lobo, Director General de la Marina mercante estaba encantado, le estaba dando bazas para banquetes suculentos. El primero no tardó en llegar:
Una redactora de la Revista "Industrias Pesqueras"me llamó y quedamos. Me preguntó si me fiaba de Rafael Lobeto, le dije que no, que me fiaba de muy poca gente, hizo como que paseábamos y me llevó al muelle donde teníamos atracado el barco de faros RIAS BAJAS. Allí estaba una gabarra con su casco remachado. Luisa señalándola, me dijo:"¿Que te parece que es eso?". Respondí sin vacilar: Una gabarra de 1920 procedente del puerto de Lisboa. Había visto muchas y su construcción no admitía dudas. Me contó que acababan de inaugurarla como buque nuevo en un astillero vigués, que era propiedad de una empresa con oscuros antecedentes y que había sido contratada como buque descontaminador por la Dirección General de la Marina mercante por cien millones de pesetas anuales. Aquel engendro no valía más que su precio en chatarra. En los cuatro años siguientes que estuve a diario en el puerto de Vigo nunca lo vi navegar, ni descontaminar nada. Este era el ambientazo que se respiraba en el sector portuario y marítimo español de 1992.
En septiembre de ese año la Ley de Puertos y de la Marina mercante estaba aprobada. Unos días antes de su aprobación como proyecto de Ley en la Comisión de subsecretarios a alguien se le ocurrió la idea de "vender" los faros. Desde Pasajes a Marbella aparecieron carteles de "Se vende este Faro". Razón Sr. Panadero. Tfno.91////////. Panadero era el Secretario de Estado para asuntos del Transporte del M.O.P.T.M.A. Ministeriodeobraspúblicas-trasportesymedioambiente.
Un compañero llamó. Despues de varios intentos, una secretaria histérica le dijo que allí no se vendía nada, que estaban hartos. Nadie quiso recibirme nunca más, a Isidoro Gracia se le juntó lo de guerrista, la ley de puertos y la Ley del Petróleo, no volvió a las listas volvió a la Citroen. Yo fui destinado como tecnico de mantenimiento a casa de Concha, nueve meses a disposición del subsecretario. Concha perdió su curre, al poco dejó el psoe (a mi no) y se puso a fabricar y vender tartitas.
Conservo recortes de prensa y documentos de la época. Los inventarios del servicio firmados por mi Jefe e informes personales en los que todos mis superiores dicen que soy supermán. El Ministerio cumplió los compromisos pendientes con personas contratadas por mi: barcos para servicios de rescate en zonas peligrosas, peones con contrato precario, proveedores,.., Tres meses después de mi cese, previa amenaza de sacar otras historias.
250 fareros seguimos como funcionarios, capitanías marítimas, meteorología, industria, instituto geográfico, etc. acogen a marinos, ingenieros, geólogos, economistas y demás ralea que lo único que pedíamos era trabajar en paz. Lamentablemente el trabajo en paz no dá comisiones ni dividendos. Hoy existen numerosas empresas de mantenimiento, seguridad y conservación de edificios que hacen lo que hacíamos 325 funcionarios de grupo "C" y unas decenas de peones.
A Concha, agradecido por diecinueve años de paciencia y pasión.