Habíamos comprado un piso en el Edificio del Mar en Vilanova de Arousa. Un maestro amigo nos informó de que había uno a la venta en el edificio donde estaba su familia .
Yo tenía veintiséis años, mi mujer veintidós y nuestro hijo Héctor año y medio. Pedí un crédito a la Caja de ahorros de Vigo al 20% de interés. Mi sueldo de entonces eran unos mil y pico dólares, me lo dieron y nuestros padres nos prestaron seiscientas mil pesetas.
Por aquel entonces los indúes, paquistaníes y filipinos empezaban a tomar el relevo de los marineros españoles en las banderas piratas como Panamá, Liberia y Singapur. Los ingleses daban créditos a sus antiguas colonias para formar a jóvenes oficiales en sus escuelas. Yo sabía que me quedaba poco tiempo en los buques extranjeros. Ya era un telegrafista caro. Después de un ataque frontal de parte de la oficialidad española del DORADO, desembarqué en Rostock, antigua República Democrática Alemana tras denunciar las irregularidades y abusos que presencié contra ciertos tripulantes al Sindicato Internacional del Transporte ( ITF) y notificarlo a la compañía, así como mis sospechas de sabotaje en la estación de radio, que no afectaba a los equipos de emergencia.
Un amigo y compañero y yo decidimos montar una granja. Se parecía más al Arca de Noé que a una explotación agrícola. Dos animales de cada especie, una contabilidad rigurosa y descubrimos que el único animal rentable era la cabra. Y aquello no tenía visos de rentabilidad, los únicos que se beneficiaban de la agricultura eran los intermediarios. Como la Compañía naviera no me hizo la liquidación hasta ocho meses después de desembarcar, para afrontar los primeros gastos de la granja visité al Patrón del primer barco que me enroló como marinero, el CHIQUITA SEGUNDO de la Isla de Arosa. Cuando le conté mi película, Juan Nieto Dios "Chiquita" le dijo a la madre de sus dieciséis hijos, Palmira:
- "Colle duassentas mil pesetas e dallas os rapases".
- Chiquita, solo preciso cento cincuenta mil...
- ¡Faime caso! pódenche faser falta.
No aceptó que le firmase un recibo.
A los seis meses de mi oficio de granjero mi socio y yo con dolor de corazón vimos que por muy bien que lo hiciésemos, nuestros esfuerzos darían pérdidas. Aún no se podía estafar a la Unión Europea, simplemente porque España ni estaba ni se la esperaba. Vendimos todos los animales y las pérdidas se redujeron a 25.000 pesetas.
Fui a los consignatarios de la compañía en Vigo, "Meino Von Eitzen", pregunté que pasaba con mi liquidación y me pagaron puntualmente, con un cheque, el cambio de los marcos alemanes no era muy ajustado, pero el Director del Banco Exterior de España era su yerno.
Pagué parte de nuestras deudas y encontré trabajo de vendedor de maquinaria de construcción. Visitaba las obras y vendía desde puntas hasta hormigoneras a pequeñas empresas. Los dueños de ACOMASA estaban contentos.
Era 1977, en el restaurante donde solía comer en Lalín, encontré a uno de mis vecinos de Vilanova. Se llamaba EL PEQUE, aunque su nombre era José Fernández Tourís. Estaba desmontando una vieja casa y tenía contratado un edificio, colindante al restaurante y a una casa de dos plantas.
A la vuelta de mi viaje saludé a su encantadora mujer, me parece recordar que tenían dos niños de unos seis o siete años. Me parecieron tímidos.
El Peque y yo habíamos compartido botellas de albariño en un local que se llamaba "O cortixo" que hicieron que tres de los partícipes me llevasen a casa en un estado lamentable. Me faltaba práctica en lo del albariño.
Unos días más tarde, creo que ya en 1978, lluvias torrenciales anegaron el sótano de la casa donde los de Tourís estaban excavando, los cimientos de la casa de al lado se derrumbaron, una mujer muerta, un coche destrozado y un edificio de dos plantas derrumbado. Idemnizaciones, parón de obra, ruina...
Nacho Carretero en la novela FARIÑA pone al Peque volviendo de la emigración en los 80 y simultaneado la hostelería, la construcción y el contrabando. Por lo que sé y algo de lo que intuyo la entrada de Tourís en el contrabando se produjo a raíz de aquel accidente en la construcción.
En 1984, yo había comprado el valiente "Tabeirón", un pequeño Mosqueter, velero puro y me dirigía a Lisboa con mi hijo Héctor y dos tripulantes un poco nefastos.
Después de una travesía complicada, a la altura del Faro de Montedor una planeadora con siete motores ya nos había adelantado cuando oímos el ruido. Una lancha del salvamento marítimo portugués nos hizo de remolcador para entrar. Ya atracados fuimos a hacer lo de los papeles a la Policía Marítima. Allí estaba el piloto de la planeadora y el PEQUE acompañado de un caballero portugués al que presentó como su abogado. Me preguntó que hacía y le conté, los faros, mi velero, ...,. Fue tan amable y educado como lo había sido siempre. Yo no pregunté nada
- "Colle duassentas mil pesetas e dallas os rapases".
- Chiquita, solo preciso cento cincuenta mil...
- ¡Faime caso! pódenche faser falta.
No aceptó que le firmase un recibo.
A los seis meses de mi oficio de granjero mi socio y yo con dolor de corazón vimos que por muy bien que lo hiciésemos, nuestros esfuerzos darían pérdidas. Aún no se podía estafar a la Unión Europea, simplemente porque España ni estaba ni se la esperaba. Vendimos todos los animales y las pérdidas se redujeron a 25.000 pesetas.
Fui a los consignatarios de la compañía en Vigo, "Meino Von Eitzen", pregunté que pasaba con mi liquidación y me pagaron puntualmente, con un cheque, el cambio de los marcos alemanes no era muy ajustado, pero el Director del Banco Exterior de España era su yerno.
Pagué parte de nuestras deudas y encontré trabajo de vendedor de maquinaria de construcción. Visitaba las obras y vendía desde puntas hasta hormigoneras a pequeñas empresas. Los dueños de ACOMASA estaban contentos.
Era 1977, en el restaurante donde solía comer en Lalín, encontré a uno de mis vecinos de Vilanova. Se llamaba EL PEQUE, aunque su nombre era José Fernández Tourís. Estaba desmontando una vieja casa y tenía contratado un edificio, colindante al restaurante y a una casa de dos plantas.
A la vuelta de mi viaje saludé a su encantadora mujer, me parece recordar que tenían dos niños de unos seis o siete años. Me parecieron tímidos.
El Peque y yo habíamos compartido botellas de albariño en un local que se llamaba "O cortixo" que hicieron que tres de los partícipes me llevasen a casa en un estado lamentable. Me faltaba práctica en lo del albariño.
Unos días más tarde, creo que ya en 1978, lluvias torrenciales anegaron el sótano de la casa donde los de Tourís estaban excavando, los cimientos de la casa de al lado se derrumbaron, una mujer muerta, un coche destrozado y un edificio de dos plantas derrumbado. Idemnizaciones, parón de obra, ruina...
Nacho Carretero en la novela FARIÑA pone al Peque volviendo de la emigración en los 80 y simultaneado la hostelería, la construcción y el contrabando. Por lo que sé y algo de lo que intuyo la entrada de Tourís en el contrabando se produjo a raíz de aquel accidente en la construcción.
En 1984, yo había comprado el valiente "Tabeirón", un pequeño Mosqueter, velero puro y me dirigía a Lisboa con mi hijo Héctor y dos tripulantes un poco nefastos.
Después de una travesía complicada, a la altura del Faro de Montedor una planeadora con siete motores ya nos había adelantado cuando oímos el ruido. Una lancha del salvamento marítimo portugués nos hizo de remolcador para entrar. Ya atracados fuimos a hacer lo de los papeles a la Policía Marítima. Allí estaba el piloto de la planeadora y el PEQUE acompañado de un caballero portugués al que presentó como su abogado. Me preguntó que hacía y le conté, los faros, mi velero, ...,. Fue tan amable y educado como lo había sido siempre. Yo no pregunté nada