El pantoque es el fondo del buque, la parte donde se concentra la resistencia estructural, la que debe soportar los golpes producidos al caer el buque desde la cresta al seno de la ola. A esos golpes, cuando en la mar se hablaban las lenguas peninsulares se les llamaba pantocazo. Hacían temblar la estructura, moverse la carga, crujir los muebles y buscar el equilibrio a las personas.
La visita al MARCO de Vigo me produjo un pantocazo, me hizo volver a tiempos lejanos, a la varada anual, al chorreo con arena, a la construcción en la grada, a entender el uso de la física elemental en la vida cotidiana y a mantener un cierto equilibrio en la observación de un mundo cambiante y bastante absurdo. Desde hace años conozco a Ramón Trigo, aquel joven me sorprendió por su calidad, su esfuerzo permanente, su timidez. Pero también conozco su valentía, su técnica depurada y su lealtad en el compromiso. A él se une un artista extraordinario, capaz de captar el momento creativo sin interferir en la creación. El fotógrafo y cineasta Eduardo Armada ha captado los momentos de actividad en la empresa familiar que permitió a Trigo recordarnos que la mar existe, que el calzado de seguridad lleno de grasa puede ser bello. Ellos dos me hacen pensar que las sentinas que guardan los fluidos derramados sobre la curva resistente del pantoque pueden limpiarse.