Era un barco alemán, construido con créditos oficiales, la Compañía ya se llamaba "Aliança" y la bandera era de Singapur. El "Cosmonaut" navegaba con una tripulación mixta. La mayor parte de la oficialidad era alemana y la tripulación española. Los únicos oficiales españoles eramos el 2º y 3º de Puente y yo.
El "Funkoffizier" como llamaban los alemanes al Telegrafista era un joven alemán y el más antiguo de la dotación. Tuve la mala suerte de relevarle. Los oficiales alemanes decían que yo no tenía formación suficiente, que me habían contratado porque le salía más barato a la Compañía. El primer Oficial me daba las horas extras en alemán, los documentos aduaneros de la carga en alemán. El Capitán se puso de parte de sus connacionales. Un día me dijo que la compañía era alemana, que lo aceptase o me fuese. Respondí que no, tenía un contrato de nueve meses, y en la popa del barco había una bandera: Singapur. Las lenguas oficiales de Singapur son: El chino mandarín o el inglés.Que eligiese la lengua oficial en la que sus oficiales me entregasen los datos. Recé para que no supiese chino mandarín, pues ya había comprobado que el Capitán Stollberg hablaba correctamente además del alemán, inglés, castellano y portugués. Como muestra de mi determinación arrojé en su presencia mi diccionario de alemán por la borda.
-Era mi diccionario de alemán, a partir de este momento solo hablaré inglés con usted a bordo.
Tenía yo veintitrés años, era muy impulsivo, orgulloso y con connotaciones nacionalistas. Aprendí mucho inglés, pero el Capitán pedía todos los días mi relevo a la Compañía. Cada vez que transmitía un telegrama cifrado sabía que estaba pidiendo mi propio relevo. Fuimos a Brasil y volvimos un 27 de abril de 1974 a Europa. Nuestro primer puerto fue Lisboa.
Los mismos aduaneros a los que había tenido que sobornar para que no destrozasen el barco un mes y medio antes (una botella de whisky y un cartón de Winston por persona, por orden del Capitán naturalmente), se habían convertido en amables funcionarios, que no aceptaban "presentes", orgullosos de como las fuerzas armadas habían dado el golpe, ni ellos ni los policías parecían las mismas personas.
El Tercer Oficial Rafael Estévez Macías y yo habíamos congeniado en el viaje. Hicimos una amistad que dura hasta hoy. Fuimos a llamar por teléfono a nuestras familias. Lisboa era una fiesta. La telefonista que habitualmente era una mujer triste era una explosión de excitación. Hablaba de Libertad, de las torturas de la PIDE, de como todo iba a ser maravilloso.
Fuimos a la "Pastalería Suiça". Mientras saboreábamos sus increíbles fresas con nata, un señor se acercó a la terraza, muy bien vestido y totalmente borracho, dijo que quería cantar un fado, que era de la ciudad de Coimbra y que el fado lisboeta no estaba a la altura. Cantó muy bien y se fue.
Recorrimos a Avenida de Libertade detrás de grupos que repartían panfletos, dos fachas iban delante de nosotros y cada vez que se cruzaban con un repartidor de panfletos decían: ¡Merda!! y lo tiraban ostentosamente. Otro:¡Mais merda!. Nos cruzamos con una señora que llevaba un cartel en un palo "DIVORCIO SIM, FILHOS ILEGÍTIMOS NÂO". Mira, lo que pone: Divorcio si, hijos de puta no.
Pensé: A las dictaduras no les gusta que los pueblos avancen. E imaginé la tragedia detrás del cartel.
En una esquina ya había un puesto de venta de estampitas con la efigie del General Spinola. Su popularidad duró poco.
Unos días más tarde, casi acabada la descarga, como esperaba, la Compañía me relevó. Otro español vino a sustituirme. Vino a decírmelo el representante del consignatario JM Candina en la Coruña. Me dijo que mi caso era como el caso Añoveros, un cardenal al que Franco pedía el relevo y la iglesia no quería dárselo. Me compensaron bien y me fui. Poco tiempo después relevaron al Capitán Stollberg, con quien volví a navegar sin problemas en otro barco y otra compañía un año más tarde.