Era un Papa, el segundo de mi infancia, con quien no pude tener demasiado contacto por ser yo de Pontevedra. Si eres de Pontevedra y no eres de la Obra no te llaman a Roma ni de coña.
Nunca creí que una historia ajena con nombre de Papa me conmoviese. Hoy, en una de las desgracias que heredé descubrí que en estas cosas de los nombres no hay que ser primario.
Se llama Jose, y organiza los trabajos que los afectados por algunas dolencias realizan en la Fundación Juan XXIII que se ocupa de su integración social y en la actividad laboral. Nos conocimos porque me los recomendaron para limpiar tierras y muros de maleza, el resultado de los trabajadores con sus máquinas fue espectacular. Vino Jose a ver el trabajo realizado, y ver la propiedad colindante que tambien desea dejar de ser selvática invasiva.
Me iba demostrando en cada tramo un conocimiento profundo de la flora y el trabajo rural. Le pregunté si había estudiado Capataz forestal.
-No, hice Educación física. Empecé haciendo ciertos ejercicios de fisioterapia en el tratamiento de discapacidades de movilidad en alumnos del Centro y un día me fijé que los alumnos hacían los mismos ejercicios arrancando hierbas de un muro al que estaban arrimados de tertulia, luego miraban encantados el muro limpio. Traté de aplicar los ejercicios a actividades mecánicas similares. Los chicos estaban entusiasmados con los resultados de sus trabajos. Debimos hacer cursos de capacitación durante cuatro años. Lo más duro fue convencer a las familias de que sus hijos podrían manejar máquinas de todo tipo y estaban capacitados para hacerlo. Al principio los trabajos prácticos debían realizarse en entidades y lugares públicos, tuvimos la suerte de contar con la ayuda del que fue Alcalde de Marín Sr. Pierres.
Recordé el trabajo a bordo de buques mercantes suecos de chicos con deficiencias. Hace cuarenta y cinco años conocí a un joven ayudante de cocina sueco con deficiencias mentales y al matrimonio de armadores que lo empleó, El chico hablaba inglés más que suficiente para su trabajo y su vida social. Me acordé de Neno el pontevedrés hijo de soltera, encerrado en una habitación hasta los siete años, de adulto repartía periodicos (1965): "Adió Mari, adió guapa", todas eran Mari, todas eran guapas y nada más. Mientras recordaba esto, el joven sueco me preguntaba cuanto ganaba y cuanto pagaba de impuestos, no supe explicarle que los españoles pagábamos impuestos indirectos (1973), mi inglés no era suficiente para expresar la Hacienda de una dictadura.
Me alegro mucho de que la Fundación Juan XXIII haga las cosas que he visto hacer. Aunque el nombre de papa en principio me echase atrás.