Mi generación fue educada en bases ideológicas como: España es una unidad de destino en lo universal. Para ser buen cristiano hay que obedecer a los padres y a los superiores. Solo Dios es el dueño de nuestras vidas. La Patria se merece cualquier sacrificio. La Patria es nuestra madre.
La religión y el poder intentaban instalarse en nuestas mentes y en nuestro discurso. No hace mucho tiempo oía a un mulsulmán desheredado de la fortuna decir exactamente lo mismo que la escuela y la Iglesia fascistas nos metieron a los de pura raza española. Orgulloso de su fé y sus costumbres insistía en llevarme al camino recto. Casi analfabeto, no podía entender que un buen tipo como yo no abrazase su fe y con ella mi salvación. Pero mi generación fue rebelde, la teoría marxista de la Historia, la liberación sexual de Wilhelm Reich y el sicoanális de Freud nos lavaron el cerebro del lavado previo y fuimos combativos. Tratamos además de ser coherentes.
Ayer mi adorado Pazó miraba con arrobo su mano, que tuvo que estrechar la de uno que tocó al Papa. Empezamos a desbarrar sobre las caulidades paranormales de la mano que indirectamente tocó la que tocó la del Papa. También he comido con uno que dice que comió con Obama. Es casi como si yo comiese con Obama.
A nuestro Gobierno le pasa un poco esto. Su abandono de las posturas socialistas, su abrazo a valores morales como Santander, BBVA, ACS, Dragados y otros, es como si sus miembros participasen directamente de la reconocida sabiduría de nuestros empresarios. Lo que ya no parece tan normal es que sometan a la población a una imposición tributaria medieval para incrementar los beneficios de estos benefactores de la Humanidad sin que medie lucro personal. Mientras, nuestros hijos envejecen con contratos de prácticas, interinajes y temporalidades, nosotros envejecemos en la improductividad de sus designios, nos arruinan cuando firmamos un contrato de compraventa, cuando declaramos alquileres, cuando reparamos una propiedad. Los únicos beneficiarios de este sistema son los incompetentes, los chorizos y los indolentes. Se atreven a decirnos que besemos la mano que rasca las espaldas de los poderosos y los votemos. Que perpetuemos sus conceptos y sus sistemas perpetuando su presencia. Lo mejor que podrían hacer sería un patriótico y organizado suicidio colectivo de izquierda a derecha. Con renuncia previa a los derechos pasivos, no vaya a ser que sus herederos también cobren pensión vitalicia.
La religión y el poder intentaban instalarse en nuestas mentes y en nuestro discurso. No hace mucho tiempo oía a un mulsulmán desheredado de la fortuna decir exactamente lo mismo que la escuela y la Iglesia fascistas nos metieron a los de pura raza española. Orgulloso de su fé y sus costumbres insistía en llevarme al camino recto. Casi analfabeto, no podía entender que un buen tipo como yo no abrazase su fe y con ella mi salvación. Pero mi generación fue rebelde, la teoría marxista de la Historia, la liberación sexual de Wilhelm Reich y el sicoanális de Freud nos lavaron el cerebro del lavado previo y fuimos combativos. Tratamos además de ser coherentes.
Ayer mi adorado Pazó miraba con arrobo su mano, que tuvo que estrechar la de uno que tocó al Papa. Empezamos a desbarrar sobre las caulidades paranormales de la mano que indirectamente tocó la que tocó la del Papa. También he comido con uno que dice que comió con Obama. Es casi como si yo comiese con Obama.
A nuestro Gobierno le pasa un poco esto. Su abandono de las posturas socialistas, su abrazo a valores morales como Santander, BBVA, ACS, Dragados y otros, es como si sus miembros participasen directamente de la reconocida sabiduría de nuestros empresarios. Lo que ya no parece tan normal es que sometan a la población a una imposición tributaria medieval para incrementar los beneficios de estos benefactores de la Humanidad sin que medie lucro personal. Mientras, nuestros hijos envejecen con contratos de prácticas, interinajes y temporalidades, nosotros envejecemos en la improductividad de sus designios, nos arruinan cuando firmamos un contrato de compraventa, cuando declaramos alquileres, cuando reparamos una propiedad. Los únicos beneficiarios de este sistema son los incompetentes, los chorizos y los indolentes. Se atreven a decirnos que besemos la mano que rasca las espaldas de los poderosos y los votemos. Que perpetuemos sus conceptos y sus sistemas perpetuando su presencia. Lo mejor que podrían hacer sería un patriótico y organizado suicidio colectivo de izquierda a derecha. Con renuncia previa a los derechos pasivos, no vaya a ser que sus herederos también cobren pensión vitalicia.