La Asociación tenía una junta directiva. Tendría que buscar los nombres de unos cuantos pringados y más de un hijo de puta que la constituíamos, pues no me acuerdo de la mayoría. Yo llevaba doce años en el cuerpo y tenía cuarenta muy bebidos cuando saltó la liebre del Anteproyecto de Ley de Puertos que nos declaró a extinguir. Se habían convocado elecciones y Orlando, el farero de la Isla de Tapia tuvo una mayoría nunca vista, casi todos los compañeros pagaron las cuotas de ese año para tener derecho a voto. La representatividad estaba asegurada.
Orlando era de la UGT, nunca estuvo muy claro que representase al Sindicato. Roque uno de los fareros de Peñas, de la Junta de Personal de Comisiones Obreras, representaba a su sindicato y por lo visto a la Dirección General, pues a través de él se enteraban de todo lo que se decía en reuniones de la Directiva y en las asambleas que se reunían cada seis meses en la sede de la CNT, único sindicato que la ofreció.
En una de estas asambleas un joven de Cádiz, no recuerdo quien, propuso pasear un faro por la Castellana frente al Ministerio. Yo quedé en construir el faro en poliester, buscar el medio de que tuviese publicidad y convocar a los compañeros. Propuse al Ayuntamiento de Madrid entregar el Faro al lago de la Casa de Campo. Llamé a la Delegación del Gobierno para explicarle el motivo de nuestra protesta y la forma de realizarla. Roque el de CCOO se encargaba de la burocracia, permisos y demás. Cuando recibí un fax en un locutorio con la solicitud que Roque envió a la Delegación del Gobierno en Madrid, me escamó el servicio de orden, con vehículos, haciendo caravana. El Jefe de Seguridad Ciudadana de la Delegación del Gobierno en Madrid se había entusiasmado con una protesta que le regalase un faro a la casa de Campo, después de recibir el escrito de Roque ya no estaba entusiasmado, denegó la autorización. El Ayuntamiento de Madrid lo mismo. Ya hablaban conmigo en otro tono.
El faro estaba siendo construido en el almacén de faros del puerto de Vigo, fuera de horas de servicio y a nuestras expensas. Resinas Castro nos adelantó el material y la factura, por si acaso. Colaboraron en el trabajo todos los fareros de la provincia, la prensa local lo difundió, los periodistas de entonces nos apoyaron sin reservas. Aquel domingo soñé que Roque era un espía del Director General de Puertos, que el apoyo político de Orlando, el Director General de la Marina mercante Rafael Lobeto Lobo iba a conseguir el Salvamento Marítimo canjeándolo por los faros, daba más tajada, aunque en los países de referencia de España (Usa, R.U.) la legislación atribuía el Salvamento a los Puertos y los Faros a los servicios de Marina mercante. En el sueño todo el mundo me traicionaba, yo me quedaba con el culo al aire.
Aquella mañana de lunes empecé a escuchar ruidos en el viejo teléfono del almacén. Podría se normal, pero el día que escuché los ruidos, un tipo estaba trabajando en una arqueta del teléfono de los muelles, vino a pedir una herramienta, luego vino a pedir hacer una llamada. Le oí decir: "Hemos terminado". La que luego fue ministra de los Medios:Ambiente, Rural y marino, ya había empapelado a algún empleado del Puerto (Xan Traba, q. e.p.d.) de baja por gripe, seguido por una empresa de detectives mientras daba un mitin. Xan que estaba en Contabilidad se quejaba de que la factura de los detectives eran dos meses de su sueldo. Todos los indicios dispararon ese sexto sentido que siempre tuve tan aguzado. El comisario del puerto y su ayudante empezaron a visitar el almacén de faros.
Me fui a un locutorio y llamé a todos los fareros de confianza. Les dije que creía que tenía en teléfono pinchado, que llamaría desde el teléfono oficial para convocarles en Madrid, que me dijesen que si a todo, que todos los libres de servicio traerían a su familia. Pero que no apareciese nadie por allí. Orlando había conseguido una reunión con Navas y el Director General para un sábado de mañana. En Vigo los fareros de la Provincia en el asombroso número de doce pusimos según las instrucciones de Rafael Lobeto a Orlando una pancarta que rezaba Faros a Marina Mercante, y en una rueda de presa expuse mis temores de que el faro construido en poliéster no podría salir del puerto para plantarse en el Ministerio de Obras Públicas en la Castellana. Siguiendo instrucciones del Gobernador Civil Capitán Mercante Jorge Parada Mejuto, el Jefe de Aduanas dio orden de que el Farito no saliese en su camión, por si era de contrabando, la intervención del vista de aduanas y de la policía delante de los periodistas y fareros que acabábamos de ser desalojados de los locales sindicales del puerto, hizo que los periódicos locales pusiesen una foto mía rodeado de pasmas en primera plana: "Represión a los fareros en Vigo" . Dejamos el vistoso farito aparcado en el muelle, la presidenta del puerto, luego ministra, Elena Espiosa Mangana dio orden de que se pusiese un bloque de granito de veinte toneladas que impedía mover el camión. El hábil consejo de un pelota, un Ingeniero técnico que reparaba su coche en los talleres del puerto y llevaba personal y maquinaria pública para arreglar sus propiedades, un Julio Valderrábano, todopoderoso hasta jubilado, fue el que produjo la orden a los exportadores de granito de bloquear el camión.
Al día siguiente tras una tarde y una noche de infarto estaba a la hora convenida, las once, frente al Ministerio. Había quedado con Orlando Sanchez, el farero de Tapia, la supuesta manifestación estaba convocada a las doce. La mierda de sueldos que nos pagaban hubiese supuesto un esfuerzo económico brutal para mis compañeros y sus familias. En toda España eramos trascientos veinticinco. En los jardines de los Nuevos Ministerios había aparcadas unas cincuenta "lecheras", conté entre seis y ocho antidisturbios por lechera, es decir el Gobierno había movilizado a un antidisturbio por farero libre de servicio y cada miembro de su familia. Observé a los antidisturbios y pegados a las columnas de los soportales había unos con pinta de jefes. Vi venir a Orlando por el otro extremo. Me acerqué al que me pareció el Jefe de los policías:
-¿Manda usted la fuerza?
-¿Y usted quien es?. Preguntó de muy malos modos.
-Me llamo Mera, soy el vicepresidente de la Asociación Nacional de los fareros.
-¡Coño!, ¿van a venir muchos?.
-Venimos aquel - señalando a Orlando- y yo.
-¡Esta gente está loca! dijo el hombre al que le habían jodido el fin de semana, dándose una fuerte palmada en la frente.
Me dí media vuelta y me fui hacia Orlando, que estaba explicándole la situación a un pobre chico de la última oposición, en prácticas en Alcobendas, que había tenido un soplo y quería estar. Por lo visto en el Ministerio no tuvieron soplos normales. Es lo que tiene nombrar gente de plantilla o advenediza con el título de incompetente.
Próximo capitulo: Nuevas acciones, negociación, dimisión y ostracismo.