Antonio Palacios, el desaparecido pintor de desnudos que me definía como su amigo estanilista (nunca lo fui) trabajaba en la Tesorería de la Seguridad Social, unas navidades recibió un despertador acompañado de una amable carta de la Dirección General. Me gustaría reproducir textualmente la respuesta, pues Palacios era más agudo y escribía mejor que yo. Por obras eternas tengo todos mis archivos embalados y ordenados de acuerdo con mi personalidad, un desastre. Trataré de sustituirlos por mi memoria:
"Ilustrísimo Director General:
Acuso recibo a su atenta carta, que venía acompañando a un reloj despertador de elegante y exclusivo diseño, el cual devuelvo acompañando a la presente, ya que:
1. El Funcionario que suscribe ya tiene un reloj despertador.
2. El dicente nunca llega tarde a su puesto.
3. La mamá del dicente siempre le dijo que no aceptase regalos de desconocidos y no se efectuaron presentaciones.
Vigo, a tantos de tantos.
Fdo. Antonio Palacios González/NRPxxxxxxxxxxxx."
Estos días, en la llamada Operación Poquemon, unas cuantas decenas de representantes municipales de los dos partidos mayoritarios y algunos funcionarios aparecen como destinatarios de regalos navideños: Rolex, Vegas Sicilia, viajes, sobres con 1.500 € y demás sistemas de aproximación donados por empresas concesionarias de servicios municipales.
En los tiempos que corren un reloj es un elemento inútil que da un toque de distinción si es caro. Es como las cadenas de oro de los gitanos. Es como un reclamo para los que hace solo una generación que podemos adquirir uno. En la aldea donde me crié, donde nunca hubo carretera, todos tienen un Mercedes o un Audi recién importado para que por la matrícula no parezca de segunda mano. No creo que devolviesen el Rolex, si alguien se lo regalase a cambio de una pequeña concesión pública. Siempre que oigo "reloj" me acuerdo de Palacios.