miércoles, 12 de enero de 2011

STOWAWAY. POLIZONES EN BUQUES MERCANTES.

The gentleman in the picture below is Mr. Mamadou Diallo, born in Guinea Conakry c.1950, stowaway, former 3rd. Engineer on board Panamenian steamer "Stardust", in that time he uses to hold Sierra Leone Passport and adopted Johnson or Jackson name. This picture is taken at Lowestoff Sept. 1975. Creo que su nombre era Mamadou Diallo. En su pasaporte de Sierra Leona, sin recordarlo con seguridad, se llamaba Johnson o Jackson. Cuando embarqué en el "Stardust" él ya estaba allí. El buque era un vapor de 1928, que había sido noruego, panameño, griego y panameño otra vez, cuando llegué, al hacer las listas de tripulantes vi su pasaporte caducado hacía varios años. En la fecha de nacimiento estaba escrito a pluma: about 1950.
Solo hablaba francés, la lengua que me enseñó D. Antonio Lino y que llegué a comprender con cierta soltura, aunque su francés era el de las personas analfabetas, el barco que en francés se escribe "bateau" y se pronuncia "bató", el le llamaba "patón". Sierra Leona es un país anglófono, pregunté la explicación. Dijo que en realidad había nacido en una aldea de la Guinea francesa. Le habían dicho que un pasaporte anglófono era mejor para viajar que uno francófono, fue junto a unos parientes en Sierra Leona que atestiguasen que había nacido en aquel lado de la frontera, lo inscribieron en el registro civil con el nombre que les pareció y le dieron un pasaporte por un año.
En Senegal subió a un carguero griego, sin permiso y sin pagar billete. El Jefe de máquinas le enseñó algunas palabras en español y empezó a trabajar voluntariamente, sin sueldo. Se entendían con las veinte o treinta palabras que el Jefe griego sabía. Así transcurrieron cinco años, no podía ser desembarcado legalmente, ni renovar su pasaporte . Aprendió su oficio a bordo, aprendía de prisa y mientras estuve con ellos cobraba sueldo, y hacía una guardia de tercer maquinista, antes había sido limpiador, engrasador y calderetero.
Empezamos a ser amigos cuando le propuse aprender a leer y escribir con nuestro alfabeto. Había asistido a la escuela islámica y ya conocía los caracteres árabes y había leído el Corán. Aprendió cagando leches. Las clases eran después de la cena. Al terminar bebíamos y fumábamos porros en mi camarote. Me contaba de las costumbres de su aldea y yo le contaba de la mía. Nunca supe cuanto había de verdad en sus historias. Y muchas de ellas tenían que ver con ritos animistas, como la unción que genera invulnerabilidad.
-Si intentas clavarme el cuchillo, o dispararme la pistola, la bala o el cuchillo se volverán contra ti. Este truco que llevo en el brazo me protege.
Tomé el cuchillo que estaba en su funda tras la cortina.
-¡Pon la mano!.
Para mi asombro, la puso confiadamente sobre el escritorio. Mandé una puñalada sobre la mano y desvié el cuchillo a cinco centímetros, ni pestañeó.
- Has tenido suerte que mi protección no te hiriese.
-Hace un mes te cortaste en la máquina. Tuve que vendar tu brazo. ¿No llevabas puesto el talismán?
-Hay cosas que no le gustan, que vayas al retrete con el truco puesto, ni que hagas el amor, hay cosas que no le gustan.
El talismán eran unas minibolsas planas, de cuero, dentro tenían fórmulas de plantas y papelillos con versículos del Corán, tres o cuatro amarradas al brazo por una tira de cuero. Estaban elaborados por el sabio de la aldea.
El "Stardust" tenía viajes extraños, sin carga o con cargas poco rentables. A bordo se hacían obras absurdas. Un día durante una guardia, el Capitán Niessing que decía ser copropietario del barco, estaba explicándome uno de sus muchos conocimientos.
-Capitán, ¿va usted a hundir el barco?
Se hunden muchos para cobrar el seguro. Puso cara de asombro.
-¿Como?... El barco es como un hijo para el capitán...
-Va a hundir el barco. Prepáreme el relevo a la llegada a Dundee.
Dos engrasadores de Arosa y un marinero de Vigo desembarcaron conmigo. Al marinero lo había enrolado yo, conocía a sus padres. El muy cabrón no quería desembarcar. Lo desembarcó el Capitán en cuanto dije que iría a la Policía si no lo echaba.
A los cuatro días de nuestro desembarco, el Stardust embarrancaba en los arenales holandeses, en medio de un temporal horroroso. Los servicios de salvamento pudieron rescatar a la tripulación. Un año más tarde recibí una carta de mi amigo polizón que en su incipiente castellano me decía que le ayudase a venir a España. Estaba en Amberes sin dinero. En una mudanza perdí la carta. Nunca más supe de él.
Estos días vienen recuerdos, hace treinta y cinco años se perdió el Stardust.

4 comentarios:

  1. Hermosa historia, una pena las cosas que se pierden con las mudanzas...

    ResponderEliminar
  2. Joder Mera! Vidas como la tuya merecen la pena ser contadas. La del amigo Mamadou también.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Ahora dime ¿cómo se puede vivir tanto en tan pocos años? parece que tengas doscientos años y vividos con prisa.
    ¿No será todo producto de tu imaginación?
    Unha aperta

    ResponderEliminar
  4. Historia.- Hay personal que cuando se muda pierde la identidad.
    Jorge.- Muchas gracias, en cuanto apruebe la gramática la contaré.
    Muxica.- Mi siquiatra me dijo que si, que tengo exceso de imaginación, para mis doscientos años. Le dije si sabía con quien estaba hablando y dijo: Naturalmente, con mi hermano José Antonio Bonaparte.

    ResponderEliminar