En Alhucemas vimos algunas de las carencias del Servicio Exterior español. Tanto en esta ciudad como en Tetuán y creo que Rabat, el Ministerio de Asuntos Exteriores mantenía un Instituto. Los niños marroquíes aprendían español y hacían el bachillerato. El Instituto tenía todos los avances, laboratorio, aula de informática (1987!) y algunos atrasos, clases de religión que impartía un simpático, mayor y permisivo cura, compañero de dominó del Imán de la mezquita, a los pocos alumnos hijos de profesores españoles. Se quejaban los profesores que cuando los chicos acababan el bachillerato a expensas del erario español, se les dejaba y solo si sus padres podían sufragar la formación superior en España continuaban estudiando aquí. Los franceses, en cambio, a los alumnos francófilos y brillantes les pagaban la formación superior, con lo cual obtenían cuando estos alumnos alcanzaban cotas significativas de poder acuerdos comerciales inmejorables.
Una antigua alumna hacía de administrativo en el Instituto. Había vuelto de la Facultad de Farmacia de Salamanca para casarse en un matrimonio concertado. Su marido resultó, según ella ser impotente, y según él ella tenía una virginidad arreglada, el caso es el padre no quería devolver la dote. Creía que su hija del alma era una joven farmacéutica, con mala suerte en el amor. La chica me contó que su padre había comprado una farmacia aportando el dinero de la dote, pero en Marruecos es como aquí, el Caid administra la justicia con calma y como aquí hace cuarenta años, la mujer casada no puede obtener el pasaporte sin permiso del marido. Además, como aquí, para tener una farmacia hay que ser farmacéutico. Y la joven no lo era. Le faltaban tres asignaturas, pero entre fiesta y fiesta no se atrevió a decírselo a su padre, por tanto le dijo que no podía recoger el título al no concederle el marido permiso para viajar. El padre, al que no conocí pero que no parecía pararse ante ningún obstáculo, fue con ella al consulado, allí hicieron un poder a favor del padre, para representarla en España.
Con el padre en Salamanca buscando un título no obtenido, con su hermano en Alicante estudiando en la Escuela-Náutico pesquera, eso creía el padre... la pobre chica no sabía lo que le esperaba.
El último día que estuvimos juntos le pregunté como iban sus cosas.
-Mira, dijo, para mi padre es un golpe duro, yo no tengo la carrera acabada, pero él apalabró una farmacia. Tiene un pesquero pero mi hermano dejó sus estudios, vive con una española, que tiene un hijo de otro, tiene un bar donde se vende alcohol...Nuestro padre llamó hoy desde Alicante. Cuando cogí el teléfono y dije "soy yo papá", colgó.
Nos fuimos de Alhucemas (Al Hoceima), fundada como Villa-Sanjurjo, sin saber como acabó la historia. Queríamos pasar los carnavales en Melilla. Pero la vida es toda un carnaval.
Una antigua alumna hacía de administrativo en el Instituto. Había vuelto de la Facultad de Farmacia de Salamanca para casarse en un matrimonio concertado. Su marido resultó, según ella ser impotente, y según él ella tenía una virginidad arreglada, el caso es el padre no quería devolver la dote. Creía que su hija del alma era una joven farmacéutica, con mala suerte en el amor. La chica me contó que su padre había comprado una farmacia aportando el dinero de la dote, pero en Marruecos es como aquí, el Caid administra la justicia con calma y como aquí hace cuarenta años, la mujer casada no puede obtener el pasaporte sin permiso del marido. Además, como aquí, para tener una farmacia hay que ser farmacéutico. Y la joven no lo era. Le faltaban tres asignaturas, pero entre fiesta y fiesta no se atrevió a decírselo a su padre, por tanto le dijo que no podía recoger el título al no concederle el marido permiso para viajar. El padre, al que no conocí pero que no parecía pararse ante ningún obstáculo, fue con ella al consulado, allí hicieron un poder a favor del padre, para representarla en España.
Con el padre en Salamanca buscando un título no obtenido, con su hermano en Alicante estudiando en la Escuela-Náutico pesquera, eso creía el padre... la pobre chica no sabía lo que le esperaba.
El último día que estuvimos juntos le pregunté como iban sus cosas.
-Mira, dijo, para mi padre es un golpe duro, yo no tengo la carrera acabada, pero él apalabró una farmacia. Tiene un pesquero pero mi hermano dejó sus estudios, vive con una española, que tiene un hijo de otro, tiene un bar donde se vende alcohol...Nuestro padre llamó hoy desde Alicante. Cuando cogí el teléfono y dije "soy yo papá", colgó.
Nos fuimos de Alhucemas (Al Hoceima), fundada como Villa-Sanjurjo, sin saber como acabó la historia. Queríamos pasar los carnavales en Melilla. Pero la vida es toda un carnaval.
Que historias tan geniales, Mera!
ResponderEliminar¡Joder Mera! ¡Vaya historia!
ResponderEliminarAquí pueden suceder historias similares, pero es seguro que no representan lo mismo que allí...
Toda la razón, la vida es un carnaval...
Mera, espero la siguiente entreda de tu viaje para ya. Si la vida cotidiana da para narraciones extraordinarias, me gustaría ver que haces cuando la situación es tan especial como un carnaval. Un abrazo
ResponderEliminarHistoria.- Pues a mi me parecen geniales las vuestras.
ResponderEliminarJorge.- Afornunadamente, las cosas van cambiando.
Juan Miguel.- Gracias hombre, eres muy amable. Un abrazo y otro para la navegante euskaldun.