lunes, 1 de abril de 2013

FEIJOO, LOS NARCOS Y YO.

Mis asesores de imagen me han recomendado que pare como sea esta sarta de insidias que nos mandan los periodistas a los que tenemos un barco. 
Tengo barco desde 1982, y es cierto que he paseado estafadores, ladrones, contrabandistas e incluso asesinos, mejor dicho, condenados por asesinato que aquí con la justicia no se sabe. Pero jamás he paseado en la mierda de barco que tengo a ningún político. Si alguna vez lo hice, algún que otro futuro director general, algún futuro diputado, no conocía sus intenciones. Éramos jóvenes y no teníamos experiencia. 
Tampoco es para tanto. La marca Galicia no se resiente. Hasta hace poco el contrabando de tabaco era una cuestión común, los niños preferían ser contrabandistas a ser guardias civiles, y eso lo decían en la tele. No pagar impuestos era una infracción  administrativa. Soy partidario de legalizar todo tipo de drogas y de la eutanasia, que cada cual se muera cuando le pete a partir de la mayoría de edad. Que los gitanos de la vecindad vendan las drogas pagando impuestos, con control sanitario y baratas, para que los yonkis no tengan que darme un palo para comprárselas. Don Herminio Viana, mi preceptor náutico, me decía que era una guerra perdida. Que nunca hubo prohibición que prosperase. 
Los cristianos tuvieron prohibido el cultivo del tomate, que animaba a la concupiscencia. Solo se cultivaba en los huertos reales y en los conventos.
Hubo un barco, rescatado de los tribunales en subasta que fue subvencionado como escuela de vela por la Xunta de Galicia y por la Diputación de Pontevedra, que paseó políticos en grupo, entre los que se encontraba Rajoy, entonces Presidente de la Diputación. Estoy seguro de que su ambicioso patrón les dio más de lo que recibió. Si no contamos la pensión completa que recibe en el penal de Granada. Creo que mejor sigo navegando solo.



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