Dakar. Village artisanal.
A veces hay gente que me dice que no se deben escribir cosas personales en las redes sociales. Un tipo poco ilustrado como yo no puede entrar en la metafísica, ni siquiera en la física, puede contar lo que ha vivido, con el lenguaje y el sentimiento de lo vivido. Y la historia que escriben los vencedores es mentira, por eso trato de describir la historia de los perdedores, de las vidas ocultas, del lenguaje perdido.
El barco era una motonave de unas 7000 toneladas (135 m. de eslora) , que cargaba carga general. Estaba fletado por una compañía francesa que se llama Maurel et Prom y en aquel tiempo tenía su base en Burdeos. Estaba abanderado en Panamá su matrícula era Hamburgo y hacía rutas regulares entre puertos franceses, Canarias y el oeste de África. Como responsable de la carga iba un Sobrecargo francés el "Comandant Letertre", brillante, con sentido del humor y un excelente conversador, con mucho éxito con las damas.
La tripulación estaba compuesta de Capitán, Jefe de Máquinas y Electricista alemanes, el resto españoles. Esto no era por casualidad, en el supuesto de que hubiese una nacionalización, una guerra o una circunstancia que pusiese en peligro la propiedad del buque el Capitán como máximo responsable podía cambiar la bandera, dirigir el barco a puerto amigo o cualquier otra medida que la compañía alemana le ordenase tomar.
La Compañía "Josef Roth Seerederei" la habían montado Josef Roth, un panadero de Ulm y su socio Hermann de Hamburgo. El "Kristl Hermann" llevaba el nombre de la esposa de este último, cuyo retrato esquiando teníamos en la cámara de oficiales. Una noche alguien comentó que la nieve de la foto, al lado de Kristl era falsa y la tocó, tocándola un poco más, al lado del escultural cuerpo, sepultado bajo la nieve de acuarela se destapó Herr Hermann con sus esquís, bastones y sonrisa prozac.
Entramos en Rouen haciendo el que esto escribe de Electricista, el titular de la plaza estaba totalmente borracho, no se tenía en pie, el Capitán me dijo que fuese a proa con el Jefe de máquinas, el barco estaba fondeado esperando permiso para entrar y el molinete de subir el ancla no funcionaba. El electricista un hamburgués de unos 50 años con serios problemas de alcoholismo, que fumaba unos puritos a los que llamaban señoritas, yacía tirado sobre una lona, un puro "señoríta" apagado seguía colgando de la comisura de la boca.
Eran unos relés que no funcionaban, hice un puente que los anulaba y el molinete comenzó a virar el ancla. El Jefe de máquinas me dio mucho la mano y todo el mundo se puso muy contento.
A los dos días, ya en puerto en Ruen el Electricista a la hora de comer estaba vestido como nunca le vimos: Ropa de trabajo,
guantes y linterna en los bolsillos. Lo atribuí a la presencia a bordo
del Jefe de Personal de la empresa que gestionaba la tripulación
alemana.
Vino por la tarde a la Telegrafía, me pidió un anticipo y me pagó doscientos francos que me había pedido prestados el viaje anterior. Venía sereno, pidió poner una conferencia a su casa. Lo hice. Por los altavoces del receptor de VHF su mujer gritaba, el solo repetía: "Pero, Angie...Perdona" "Aber...Entschuldigung, Angie" .
En su deficiente inglés el pobre hombre me dijo:
- Jefe dice: Tú vas casa, tu vas casa... . Decía, señalándome con el dedo.
Creí que se refería a mi y me eché a reir y le dije,
-¡Estupendo!.
Preocupado, até cabos y los confirmé cuando el Capitán me ordenó que hiciese su liquidación. La hice junto con la de todos los oficiales que desembarcaban (todos menos yo) y bajé a su camarote, llamé y al no haber respuesta avisé al Capitán, entramos: ropa desordenada, una maleta abierta sobre la cama, y ni rastro del hombre. El capitán miró la liquidación y al ver que le había anticipado mil francos dijo:
- Ese fue a tierra a emborracharse.
-No estoy seguro Capitán, esta tarde llamó a su casa y cuando le dí el anticipo lo primero que hizo fue pagarme doscientos francos que me debía
Después de cenar, sin que el hombre apareciese, casi todos los maquinistas y un oficial de puente estaban en la cubierta, apoyados en la regala mirando al Sena que reflejaba el sol de la tarde de verano. María y yo nos acodamos con ellos. Todos estábamos en silencio. Llegó un mecánico de Villagarcía y dijo:
-¡Mirade ben pra ajua, e se vedes pasar unha señorita, debaixo vai o electricista!
(Mirad bien el agua, si veis pasar una "señorita" debajo va el electricista )
Llegaron y embarcaron los relevos, a la llegada a Dunkerque vino el relevo del Capitán, lo sentí pues era un buen tipo. La policía le ordenó presentarse en Rouen para identificar un cadáver. A mi me dijeron que siendo mi mujer y yo los únicos que le habíamos conocido además del Capitán saliente debíamos presentarnos a la llegada del barco en la semana siguiente en el viaje de vuelta a África.
Fuimos en Rouen a la comisaría. Un comisario dijo que nos ahorraba la identificación del cadáver si podíamos identificar alguno de los objetos que llevaba encima: Guantes, linterna, caja de señoritas de cartón, muy similares a los puros que yo fumo hoy, el medidor que yo había utilizado para puentear los relés. Accidente laboral, no reclamaron el cadáver.
El relevo de Capitanes.
Hubo un problema con el Primer Oficial español, que acusó al Capitán de meter polizones a bordo, cobrándoles, por supuesto. La Compañía optó por despedir al Primer Oficial y en el puerto siguiente despidió al Capitán. Vino a sustituirle un Capitán procedente de la Hapag Lloyd, antiguo oficial de la Marina de guerra alemana, comandante de submarino que cuando la Kriegmarine tuvo que abandonar la actividad por falta de suministros y apoyo de superficie, el Teniente de Navío Heindrich Hintze se incorporó, según contaba, voluntario al frente del Este como capitán con las Waffen SS.
Según su relato, el Capitán Hintze se desplazó a Chile al término de la guerra, donde se había criado, volviendo con su abuelo, propietario de minas, por algunos años. Hablaba un castellano muy pulido con algunas concesiones a la confusión de vocablos. De regreso a Alemania estuvo tres años de marinero y embarcándose en la Hapag como Alumno y posteriormente como Oficial de Cubierta hasta llegar a mandar barco con algo menos de cuarenta años. Un accidente marítimo ocasionó su despido e incorporación al Kristl Hermann. Era un magnífico navegante lo vi pasar entre bajos que conocía de su tiempo del submarino con un mercante de 7000 toneladas.
A bordo viajaban las esposas del Primer Oficial Jesús Rodríguez Peña, la del Segundo Emilio Martínez Riestra y la del que suscribe.
Era el año 1974, yo tenía 23 recién cumplidos un furibundo antifranquismo y muchísimos prejuicios históricos. Pero no mataban estos mi curiosidad, me preguntaba como un chico de mi edad podía presentarse voluntario para servir a Hitler en el frente ruso.
El Capitán, en su dulce español me explicaba:
-Caballero, nosotros -lamentablemente- matamos a siete millones de judíos, pero era necesario, estaban asfixiando al pueblo alemán. Ese fue el único error de Hitler. Todos, fielmente, obedecíamos sus órdenes, caballero.
No recuerdo estar preparado para responder a aquello. Hoy diría muchas cosas, hablaría de la diferencia entre pueblo, estado y nación, entre grupo y persona. Le cogí cierta inquina al capitán. Sin embargo mi perra lo adoraba y no supe interpretarlo.
Empecé a sentirme parte del anticapitalismo y cualquier acto en contra de la empresa me parecía justificable si beneficiaba a los trabajadores.
En las pólizas de fletamentos se establecía la responsabilidad del armador y del fletador que cargaba el barco en cuanto al pago de horas trabajadas por la tripulación. Los oficiales no cobrábamos horas, teníamos un salario alto que las incluía. Los tripulantes tenían tres tipos de horas extras, las necesarias para el mantenimiento del barco, por cuenta del armador, las de entradas y salidas de puerto, una vez cumplido el horario laboral por cuenta del fletador, las festivas en la misma circunstancia, por cuenta del fletador, salvo para el personal de fonda y turnos de guardia en la mar. Además el fletador pagaba unas horas por trincaje de la carga, para evitar desplazamientos y roturas.
El Capitán estableció que para que yo hiciese correctamente las nóminas el Primer Oficial debería pasarme un estracto mensual de las horas correspondientes a cada tripulante firmadas por él. El primer estracto se veía claramente erroneo. Horas extras trabajadas xxx . 1Dolar= xxx Dólares.
Horas festivas xx . 2 Dól. = 2xx. Horas del Charter y Horas festivas del charter en un capítulo aparte.
Se lo dije al Primer oficial y acordamos callar. Hacer la nómina de acuerdo a las instrucciones del Capitán. Por este procedimiento el Contramaestre ganaba más que el Capitán y todos los marineros más que yo.
Era el principio de los ordenadores, el fraude no fue detectado, solo al cabo de cinco meses se detectó que los costes de tripulación en dos barcos exactamente iguales y con la misma estructura, lineas y número de tripulantes diferían en casi un cincuenta por ciento, el del Capitán Hintze era el más caro de la compañía. A esto se sumaron desavenencias del Capitán con el Sobrecargo y el Primer Oficial en cuanto a la estiba, que ocasionó alargar estancias en puerto, redistribución de la carga y los consiguientes retrasos y penalizaciones.
Durante las navidades del 74 nuestro barco llevaba carga para el supermercado "Alcampo" de Dakar. La población européa de la ciudad se abastecía alli, de los puertos franceses Dunquerque, Ruen y Burdeos envíaban carga a las Canarias, fundamentalmente abastecimientos de las flotas pesqueras. Cargábamos railes y ruedas para el tren más largo del mundo: Puerto Cansado- Nouadhibou: 5 kmts. de tren para 15 kmtrs de trayecto, transportaba fosfatos y llevámos gran cantidad de productos para los residente franceses en Dakar, era la época del presidente Senghor.
En Nochebuena hubo una borrachera colectiva, creo que estábamos en Dakar fondeados esperando atraque. Después de la cena, los oficiales españoles y el sobrecargo Cmt. Letertre fuimos al comedor de marinería y después de hacer el que suscribe una queimada con whisky, ron y lo que encontré por allí, la hermandad de nación y clase se espesó, los cánticos asturgalaicos subieron el tono. Se produjo entonces una célebre actuación de nuestro contramaestre A.M.C. vecino de la noble localidad de Noya, cuyo nombre no publico, pues no fue condenado por la comisión de los hechos que voy a relatar.
El buen hombre, sacó copas de champagne de cristal de Arqués destinadas al puerto de Dakar, botellas de Champagne "Veuve de Clicoq" que debían estrenarse en el año nuevo de diplomáticos, empresarios y notables relacionados con nuestro tráfico. Los oficiales españoles presentes tragaron saliva, menos yo que bebía alegremente, agradeciendo la invitación. El primer oficial mirando al contramestre me dijo, al oido:
- Este tío es tonto, está invitando al responsable de la carga a champán robado en copas robadas.
Verás en cuanto vean los precintos de la carga.
Al día siguiente aún vino con quince piezas de vidrio tallado, cuidadosamente guardadas en una caja y me las mostró:
-Mire que copas de champán tan chulas encontré en la bodega.
-¿Y por que quince?
-Siempre se rompe alguna...
-Ha robado usted 15 floreros. Veremos como acaban estas cosas...
Lo vimos enseguida. Fue nuestro último viaje para "Maurel et Prom".
Cuando rendimos viaje en Dunkerque el barco, que ya había perdido la linea, fue enviado a astilleros de Bremenhaven a reparar, el Capitán Hintze fue relevado. Dimos aún un viaje con naranjas de Tanger a Leningrado y otro con cobre en barras a un puerto libio, cerca de Trípoli, a Esmirna y Estambul. No recuerdo que carga llevamos de vuelta a Europa, mi mujer, mi perra Loita y yo después de once meses navegados desembarcamos. Alquilé en Rotterdam un Simca 1100, con la idéa de tomarnos el viaje de vuelta a Pontevedra como una excursión. El contramaestre cuando llegué con el coche al barco me pidio que viajasen él y un marinero hasta Galicia con nosotros. Yo estaba muy cansado, había hecho los papeles de puerto, las liquidaciones. las nóminas del mes, el inventario de la cantina y la despensa, debió de influir ello en que le dijese que si. No lo pensé. Tuve que comprar unas bacas para el coche. Sus maletas eran tres veces el volumen del equipaje de los otros tres.
Empezó a darme la vara con no parar más que a mear, con que iba despacio..., y las autopistas francesas eran una maravilla comparadas con nuestros caminos. Todo el viaje a 130. Le dije:
-Conduzca usted...
-Yo no sé.
-Pues cállese o se baja en el siguiente pueblo que pasemos.
Se calló un rato. El coche parecía esos que llevaban los marroquíes, llenos de bultos, con la baca atestada.
Al un lado de la autopista un joven con un Citroen 2CV humeante. Paré, me dio una nota: Je suis un muet et ma voiture est an panne (Soy mudo y mi coche no funciona). Hice señas como para hablar con el intercomunicador SOS y que yo lo hacía.
Me pasé el primer poste SOS, pero paré en el segundo. Cuando le dije el punto quilométrico al operador, me dijo que había un poste antes, le dije que si, pero que me lo había saltado. Me pregunto entonces por que no llamaba el interesado. Cuando le dije que era mudo me dijo que estaba de coña. Me cabreé: Mire, el mudo es francés, la matrícula del coche del mudo que le he leido es francesa, yo vengo conduciendo desde Rotterdam, no soy francés como habrá notado, y allá usted, sus jefes y el mudo. Me fui y cuando pagué el peaje volví a contárselo a cobrador. No se rió y ya me fui más tranquilo.
En aquella época las fronteras españolas me avergonzaban, la dictadura era patente y la corrupción evidente. Pero esta vez la vergüenza no era por ese motivo.
Cuando el carabinero de Irún nos mandó descargar el coche y preguntó que teníamos que declarar, le dije que cada uno se responsabilizaba de su equipaje, mi mujer y yo una mochila y una maleta, un pastor belga, una botella de Coñac Henessy, una de whisky y un cartón de Winston.
El contramaestre desplegó su impedimenta: Poca ropa, pinturas de los colores del barco, brochas, rodillos, lámparas de emergencia, cepillos de alambre, piquetas, decenas de rollos de papel higiénico, paños de limpieza, disolventes, detergentes, floreros, champaña, whisky, coñac, máscaras africanas, raquetas de tenis, y otros pequeños detalles como champagne francés y un kilo de plata artesanal. Tuvo que pagar impuestos, no recuerdo la cantidad.
En Irún paramos, atardecía y yo no podía con mi alma, el Contramaestre quería seguir, le dije: está usted en España, hay una estación de tren, y me está usted cabreando. El Hotel Alcazar tuvo la gentileza de dejarnos llevar a la perra con nosotros, el ascensor o mi cara debió de asustarla mucho, pues se meó antes de llegar a la habitación.
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