lunes, 31 de marzo de 2008

FELICIANO.


A Feliciano lo mantienen Joaquín y Fátima en su casa de Conil. Son ambos una pareja extraña, porque son buena gente y porque tienen con el intruso, es decir yo, una amorosa, cómplice y tierna distancia. No imponen, no aconsejan, todo funciona como por casualidad. Lo contrario que yo. Impongo, aconsejo y nada funciona ni por apuesta. Hacer cualquier cosa me cuesta un güebo (omenaje hortográfico al corrector).


Nos visitamos cada dos o tres años, sin olvidarnos nunca unos de los otros, pasamos unos días de campo o de mar y nos reímos en abundancia. Así cada vez que nos visitamos nos encontramos con una sorpresa.

La última vez que aterricé en Conil, Joaquín me llevó presuroso a un lado del terreno donde se asienta su casa:

-Ven, tengo que presentarte a alguien.


Y allí estaba Feliciano, con sus grandes orejas, sus ojos almendrados. Vino corriendo y apoyó su cabeza en mi hombro. Se la acaricié y le dí una palmada en el cuello, casi un pescozón. Fue un amor a primera vista. Feliciano tenía una tremenda erección.


Normal.

Cuando Fátima estaba comiendo en una venta cerca del Instituto donde trabaja, un grupo de arrieros de los que bajan corcho de los alcornoques de la Sierra de Cádiz chalaneaban con sus jumentos a la puerta. Entre ellos estaba una burra con su cría de menos de un año, a la que los arrieros preparaban un futuro poco deseable. Fátima que es de buen corazón le dijo al dueño de las bestias que le compraba el borriquillo. Y lo hizo. Los cronistas dicen que no se había fumado nada. El arriero, solemne, proclamó:

-Zeñora, le vendo a Uzté un burro entero, con tó zuz conzetoz.

Así fué como Joaquín se convirtió en arriero pasivo cuando llegó a casa.

Los "conceptos" de Feliciano se le desarrollan enormemente a la menor caricia. De ahí su excitación en cuanto me veía, trás mi ignorante primer encuentro.

Joaquín me explicó que tenía que hacerle un sombrajo, pues ya había pasado dos años a la intemperie y estaba suficientemente fuerte. Los vientos de poniente traen lluvias en Conil.

Serio, le prometí a mis amigos que a su burro le ponía yo un piso.

Empezamos a trabajar, la estructura de madera, las planchas de sandwich (metal+aislante+metal) y cada vez que el buen Feliciano me veía en las proximidades, venía amoroso a mi encuentro.

Le expliqué que aunque haga y diga burradas, no me va el bestialismo y menos con una bestia de mi mismo sexo, que soy hetero. Ni con esas.

En una semana de trabajo arduo, construímos Joaquín y yo el apartamento de Feliciano. Quedó aceptable y aguantó a pie firme, levantes y ponientes.

Un día que las señoras se habían ido a la playa, a la Cala del Aceite, y Joaquín estaba aeronáutico, solo en casa, decidí la doma y monta de Feliciano. Estuve un rato conversándolo, paseándolo con el brazo sobre su cruz, que en el caso de burros es una cruz dibujada de verdad, que es como ir de amiguitos cogidos del hombro. Y después de un baño y un cepillado, que a Feliciano le encanta, traté de convencerle de dar una vuelta con jinete. Parecía dispuesto...

Hace unos años montaba de un salto un caballo español. Hoy, para montar un burro tengo que buscar algo que me haga de estribo.

Arrimé a Feliciano a unos tubos de saneamiento apilados en un rincón del jardín. Después de unas caricias, que provocaron un fruncido de morro y un potente rebuzno, subí a los tubos y monté. No tenía un bocado adecuado ni montura, decidí montarlo solo con la cabezada, pensando que lo difícil sería mantenerme encima hasta que D. Feliciano tuviese a bien parar.

Salió escopetado con un trogalope o galotrote, no sé muy bien, me mantuve montado, pagando con mi coxis el atrevimiento de mi cabeza. Iba en estas cuando empecé a desconcentrarme con una idea que me daba risa:

"Diario de Cádiz"Local.- Sucesos.- El hombre de 56 años que apareció muerto en las proximidades de Conil de la Frontera, falleció, según fuentes próximas a la investigación, al caerse de un burro.

Feliciano debió leer en el periódico del futuro que leen los burros, la misma noticia que yo; creo que para mantener su buen nombre en la vecindad paró, me dejó desmontar y después de darme un lametón en la cara, me dedicó un rebuzno de satisfacción.

Feliciano, con sombrajo al fondo.


Feliciano, en aproximación.

Libro del día: Platero y yo. Albert Einstein.


A Irene, gaditana con selecciones de tronío.



jueves, 27 de marzo de 2008

LOS VESTIDOS DE ANTONIO PALACIOS, pintor de Vigo.

autorretratos




PALACIOS CORTICOIDES.







































PALACIOS RADIACTIVO

RETRATOS:





SRES. PALACIOS GONZALEZ.

LOS DESNUDOS DE PALACIOS, pintor de Vigo.



LOS DESNUDOS

ANTONIO PALACIOS.
Óleos sobre papel. Varias medidas.





































-Buenas tardes Antonio, soy Mera ¿que tal estás?
-Bien, bien, la quimio y la radioterapia resultaron, parece que de momento no me muero.
-¿Estabas pintando?
-No, iba a poner una película: "La educación de las hadas".
- Da igual, por mucho que las eduques, se van con cualquiera...
-Uyyy, y que no aprendan a decir "coyuntura", en cuanto aprenden a decir "coyuntura" o se meten en política, o se vuelven carísimas, porque se hacen de alto "standing".
(Fragmento de conversación telefónico-dogmática. 26/03/08 22.30 )

Palacios y yo pertenecemos a la generación que creyó que iba a cambiar el mundo. Trabajamos y estudiamos simultaneamente. Participamos en la vida política y sindical. Yo menos.
Antonio peleó desde el anarcosindicalismo en la CNT hoy CGT. Nos vemos menos de que a mi me gustaría.
En un encuentro hace unos doce años me dijo:
- ¿Sabes que terminé los estudios de Derecho?
-Me alegro,Antonio y que especialidad tienes pensado ejercer?
- Las Tres Pes.
-!!!
- Si, hombre: Putas, pobres y parientes. Y fui el otro día a darme de alta en el Colegio de abogados y me pusieron una toga con puñetas y eso.. y tuve que prometer guardar y hacer guardar la Constitución y fidelidad al Rey, ¡ Y lo voy a cumplir! dijo, levantando un índice amenazante.
-!!!
- ¡Jamás me acostaré con ningún otro Rey!


jueves, 20 de marzo de 2008

LEOPOLDO MARIA PANERO

Leopoldo M. Panero por Álvaro Delgado. 1996

Como llevo una vida bastante apartada desde que estoy de albañil por cuenta propia, para escribir entretenido tengo que buscar en el recuerdo. Con el riesgo conocido de convertirme en "Suso Palizas".
Cuando preparaba las oposiciones a faros, en 1979, ya era padre de familia, debía la mayor parte de un piso que había comprado un año antes en Arousa y mantenía unas relaciones lo suficientemente malas e inestables con mi familia como para no esperar ayuda. Puse un anuncio en el "Ya": Universitario, buena presencia, hablando gallego y cuatro idiomas más, busca trabajo. Y el teléfono de la casa que compartía con derecho a cocina.
Solo recibí una llamada, aunque no me moví del teléfono durante dos días.
- Mire, es aquí de Casa Franco, el asador de Bravo Murillo, y tenemos un empleo. Presentese a las siete de la tarde, pasado mañana.
Me pagaban treinta mil pesetas y me daban la cena. El asador funcionaba por las noches como bingo. El bingo tenía un servicio de cafetería-restaurante. Mi función era preparar las bebidas, los pepitos de ternera y los bocatas de lomo adobado, controlar los tickets de caja que me daban los camareros y sumar los de cada uno al final de la noche.
Había un "maitre" y cuatro camareros que entraban gritando en la lúgubre cocina donde ejercía mis funciones una retahila de combinados, whiskys, cervezas, llevándose bandejas enormes de cosas que yo preparaba y sumaba mentalmente para que no hubiese desfases. Los dueños me controlaban ocasionalmente.
Lo cual me molestaba bastante pues todo el mundo sabe que nunca fuí honrado.
Una noche un tipo desaliñado entró en la cocina procedente del patio que daba acceso al bingo, dijo buenas noches y mirando a su alrededor comenzó a reir, con una risa contagiosa, al ver al Maitre con su chaqueta roja.
-Hostía, un tipo con una chaqueta roja.
El buen hombre de la chaqueta también comenzó a reir.
- Pues es verdad, nunca hubiese pensado que mi chaqueta acabase siendo roja.
Los camareros que llegaban tambien reían contagiados por la risa del quijotesco, por lo flaco, personaje.
Con lagrimas en los ojos le pregunté en que podía ayudarle. Los dueños también reían en un rincón.

-Véndeme una botella de vino para llevar.
Cogí una botella de Yuntero de la mejor cosecha que ví y se la dí.
-¿Cuanto es?
-Cien pesetas. Me pagó, me dió las gracias y se fué.
Uno de los dueños, el menos listo, vino a decirme como hacía eso, que esa botella no cubría gastos.

-Es una inversión en risa, esta cocina necesita más ambiente. Uno de sus hermanos, le hizo una seña, este se fué y vino él. También me dijo que podría cobrarle un poco más, que esa botella estaba marcada en 300 pesetas en la carta. Es para que vuelva, contesté.
Volvió puntualmente al día siguiente. Entre camarero y camarero le pregunté a que se dedicaba.
 -A tomar por culo, que soy homosexual, y a beber. Risas del personal.
Inmediatamente comenzó a recitar, en provenzal, en francés, en inglés, dándome claves para que mi ignorancia supiese de que se trataba. Era como abrir una enciclopedía con todos los temas interesantes y te quedas colgado pasando de uno a otro. Acababa de salir de un manicomio, dijo del frenopático, creo que de Ciempozuelos o algún lugar muy próximo a Madrid. Vivía en casa de su madre. Cuando le pregunté su nombre me dijo: Leopoldo, Leopoldo María Panero.

Un día vino acompañado de una mujer joven que se sentó en las escaleras de la cocina mientras Leopoldo, atacaba lo atacable, insultándola de vez en cuando y declarando su homosexualidad. Le dije que se calmase o no le daba la botella de vino, que seguía pagando a cien pesetas, aunque debo reconocer que bajé un poco la calidad, sin que pareciese importarle. La chica, me preguntó como me llamaba y de donde era. Al decirle que Pontevedríano me dijo que su chico en París era de Pontevedra, un matemático exiliado que se apellidaba Caramés Casal. Casualmente es de mi familia. Me dijo que se llamaba Alicia.

A los dos días hubo un atentado en Madrid, el FRAP había asesinado a dos policias. Ví entrar a Leopoldo aquella tarde con la cara destrozada, una especie de guardapolvos blanco, carisimo y muy de moda en aquella época, manchado de sangre. Me asusté, se veía que ya le habían curado.
-¿Que te ha pasado, Leopoldo?
-Has de saber, que tu amiguita, Alicia, es una presunta suicida. Fuí a Comisaría a denunciarla, pues el suicidio es un delito y me cogieron entre dos y me han dado, no veas como me han dado.
Fué entonces cuando ví que llevaba una pegatina: Frente Revolucionario Antifascista Patriótico.

A Leopoldo le gustaba insultar a gente peligrosa, fuerte, creo que con el propósito de que le pegasen. Cuando ya mi devoción por él se había apagado, me contaron que en una manifestación prohibida entró Leopoldo desde un callejón a Cuatro Caminos, justo en el momento en que la policía cargaba, se puso a gritar "¡por aquí!¡Por aquí!", los que le habían visto venir de allí lo siguieron, y otros más que vieron la posibilidad de huir. Se encontraron con la calle taponada con "lecheras", como se llamaba entonces a los furgones de transporte de los antidisturbios y más de cincuenta grises de frente, y otra panda detrás, persiguiendolos. Recibieron porrazos a mansalva, incluido Leopoldo, que chillaba desde el suelo: hijoputa, a cada uno que le daba.
Debe ser muy duro ser poeta maldito.









miércoles, 19 de marzo de 2008

JOHN BALAN.

Foto:ANA. El Correo Gallego
John fué registrado por error como Manuel Outeda en el Registro Civil de Marín, por tanto es pontevedriano. Desde pequeño se quedó colgado de las películas americanas de entreguerras y de la posguerra. No me extraña con la que caía por estos pagos, hambre, represión, pobreza...

Así que decidió hacerse americano sin que lo supiese Inmigración. Su vida fué un western musical.

Estaba bien dotado para la música, le recuerdo como vocalista muy bueno de las mejores orquestas locales. Como buen vaquero era inconstante, no asistía a los ensayos y para que nadie dependiese de él se hizo hombre orquesta. Algunas salas de fiestas le contrataban, el viento con los labios, la percusión con manos y pies contra una puerta que hacía colocar en el escenario. Cuando no había nada se iba a un restaurante y previo permiso se ponía a cantar y pasaba el sombrero.

Asalto al tren expreso.

Como cualquier cow-boy en malas horas, John asaltó un tren. Eran los años más duros de la dictadura. El único tren a mano en aquella España era el Expreso Vigo- Madrid. Los trenes llevaban varias parejas de Guardia Civiles, escoltas, transporte de presos y policías de paisano que pedían la documentación de todo el pasaje. Nuestro héroe sacó un trabuco hecho con un tubo de calefacción, madera y recortes de lata de conservas para el gatillo. Se dirigió a Primera clase, buscó un compartimento completo, encañonó a los pasajeros conminándoles a dejar todo lo que tuviesen de valor en una bolsita a falta de alforjas.

El pasaje le entregó todo sin rechistar, un compinche le grabó todo con la cámara oculta bajo un abrigo, que podría ser camuflaje de una recortada. Una vez desvalijado el pasaje John les entregó la bolsa, disculpándose por la acción porque era una broma de mal gusto. Vino la Guardia Civil, lo entregaron en la siguiente estación y riéndose de sus armas lo dejaron en libertad por no presentar denuncia los pasajeros. Mientras tanto, aprendió inglés hablando con los marineros y con un diccionario. Lo hablaba bien, pero aprendió a arrastrarlo como los tejanos. Vestía con sombrero de ala ancha, camisa con esclavina, pantalones tejanos y botas de media caña. Un día le oí decir en una entrevista: Un hombre pobre y sin dinero es un bulto sospechoso.

Una cadena de televisión le pagó el viaje a USA. A condición de grabarlo. Fue genial, cantó en el avión acompañándose del fuselaje, disfrutó el viaje de su vida. Intentó que le recibiese el presidente Nixon, pero cuestiones de agenda lo impidieron: Bueno, él se lo pierde, dijo.

Hace poco le encontré en un bar, la diabetes le estaba dejando ciego. Pagué su desayuno. Cuando el camarero se lo dijo, se acercó: Thank you, my friend, but I don't remember you, now... Le dí la mano y le dije que era uno de sus innumerables admiradores.

Cuando cumplió setenta años ya estaba en el asilo de ancianos de Pontevedra, la TV local le hizo una entrevista, le preguntaron como le trataban las monjas:

Las monjas son muy buenas, muy buenas. Pero es un cariño falso, no es un cariño sincero, no es aquel cariño conyugal...

Hoy un cáncer, la diabetes, o la falta de cariño conyugal se lo llevaron del asilo a praderas más amplias. Vivió solo, murió solo.

G'dBy John, good jurney my friend.

martes, 18 de marzo de 2008

EUGENIO.

Desde que tenía diecisiete años todo el mundo en la Escuela le llamaba El Rompebragas, seguramente porque ponía siempre unas imágenes muy gráficas, para explicar la propagación de las ondas o la curva de quebranto del barco. Su promoción llevaba seis años navegando, cuando una mañana en el puerto de Argel vio de espaldas una figura familiar, sus pantalones de pana, un ligero balanceo al andar... Solo podía ser él. Gritó: Gallego, Hostia, ¡Espera!. Su amigo de volvió, hacía seis años que no se veían. El pontevedriano lucía una larga, espesa y negra barba. Se abrazaron. Eugenio, brazo de mar de San Fernando, inteligente, divertido y rápido:
  • Xosé, ¿en que mierda de barco andaz filliño?
  • En aquella chatarra panameña.
  • Puez ahora mizmo te vienez a comer a mi barco, se come bien...

Un barco español, con mayoría de oficiales que creen que las compañías son eternas y esperan llegar a lo mas alto portándose bien. Con la excepción del rompebragas, que también rompía moldes. A pesar de romper bragas, Eugenio era un tipo educado. Antes de que llegase el Capitán presentó a los demás oficiales. El Capitán estaba por los sesenta años y los sesenta centímetros por encima del metro. Se balanceaba de los talones a las puntas de los pies para aumentar el promedio. La mesa seguía un estricto orden jerárquico. Eugenio ocupaba el extremo entre el Alumno de cubierta y el Jefe de Máquinas, el Capitán hizo el honor a Xosé de sentarlo a su izquierda, justo después del Alumno de Maquinas.

Las conversaciones en los barcos empezaban por la política, si no se levantaba nadie seguían por los puertos, anécdotas, luego las vacaciones y después, invariablemente las mujeres, excepto si había mujeres a la mesa.

Empezaron hablando los comensales de los inconvenientes de navegar en pabellones extranjeros. Xosé se defendió diciendo, que un barco era un negocio para sus armadores, un puesto de trabajo para sus tripulantes. La conversación derivó a la disciplina, la profesionalidad, y ... el patriotismo. Esta vena patriótica fue del Primer Oficial, un joven con mejor figura que talento. Xosé sacó su vena de la sien, y manifestó en un impulso impropio de invitado:

  • ¡Zarandajas!. ¿Cuanto te paga aquí, el Marqués de Comillas, o como coño se llame tu armador?
  • En esta Compañía el Primer oficial gana treinta y dos mil pesetas.
  • Pues mi barco es menos rentable que este, es más viejo, necesita más personal, tiene menos capacidad y su flete es más bajo. Gano menos que el Primer Oficial, exactamente mil cien dólares, es decir setenta y siete mil pesetas, más del doble que tú.

Se hizo un silencio espeso. Eugenio salió al quite:

  • El Capitán acaba de incorporarse de sus vacaciones. Embarcó ayer, aquí. Cuente de sus vacaciones, Capitán.
  • Oh, maravilloso. La familia de mi señora está muy relacionada, fuimos de excursión por Doñana, con Fefó el hijo de D. , ya sabes, el Conde, estuvimos en las Bodegas X de Sanlucar, que Tití es muy amiga de mi señora, y fuimos de cacería con D. Ángel ya sabes, el rejoneador.
  • Capitán usted lee mucho el "Hola"¿No?. El "Hola" era una revista de cotilleo social.

Silencio espeso. Xosé, siguiendo el guión:

  • Aquí sois todos jóvenes, ¿todos solteros?

El primer oficial, dijo que sí.

Os hincharéis a follar, con esto del destape y la apertura...

El joven primero empezó a hacer una arenga de la castidad, de la fidelidad, sobre todo en la mujer. Que debe llegar virgen al matrimonio...

  • Y tú rompebragas, que tal de hembras...
  • Verás, gallego, soy de San Fernando, como este- dijo señalando al Primero- y como todas quieren casarse vírgenes con él, los demás tenemos que conformarnos con pequeñas sesiones de sexo oral y manual.

Libro del día: A bordo del "Spray". Alianza Editorial. Joshua Slocum

domingo, 16 de marzo de 2008

SALVORA FINAL.

Desde que hice aquellos turnos en Sálvora hasta el día de hoy, quedaron vínculos entre la Isla y yo. Cada dos años me hago una gira isleña con el balandro. Ya toca. Estos escritos que me salen son como un roción de nostalgia.


En mis primeros turnos reparamos, Andrés, José -su relevo- y yo, la infraestructura del faro, bombas de agua, generadores, filtros de petróleo, para que mis compañeros de promoción encontrasen dentro de lo posible el faro minimamente habitable y el servicio bajo mínimos pero recuperable.


Fue duro para los ayudantes y para mi. Los que me sustituyeron mantuvieron, mejoraron y dieron vida al faro y a toda la Isla.


Cuando Carmen, la Encargada del faro, dio a luz a su hija menor, me pidieron hiciese la sustitución, lo hice encantado. Como todo estaba muy bien me dedique a leer los libros de servicio. Con venturas y tragedias aquel diario con más de veinte volúmenes era una delicia.
El diario de servicio era un documento donde se anotaban las incidencias y los faros a la vista. Se ve, no se ve... En mi primer servicio en la Isla me dí cuenta que aquellos mamotretos de columnas de "sin novedad" "Faro de Ons se ve, Mezos, no se ve"... no los leía nadie y pensé que podía ser un medio de comunicación, hoy podría verse como un "blog" de los ochenta. Así podrían comunicarse los Torreros de cada turno.
Empecé a describir los trabajos de mantenimiento, pero como me resultaba tedioso, empecé a inventarme "acaecimientos": En el día de hoy habitantes de la frontera norte (conejos) invadieron nuestro territorio, se les hizo frente con las armas disponibles, (las escopetas de Aquilino y más tarde la de mi abuelo, que mata poco), cayendo dentro de nuestras lineas cinco miembros del cuerpo expedicionario enemigo. Celebramos nuestra victoria con una cena a la que asistieron los embajadores galos Sres. Asterix y Obelix y toda la guarnición. (Es decir Andrés, su mujer y su hijo, mi mujer María, mi hijo Héctor y yo. Los galos asistían en comic desde una estantería).


En el día de hoy fuerzas expedicionarias enemigas capturaron y secuestraron el acordeón de Andrés.




El Marqués de Revilla (consorte) mantenía en la Isla a un Guarda Jurado, armado con una vieja escopeta, un sombrero mugriento, que solo se ponía cuando había barcos en el muelle, junto con la banda de cuero donde había una chapa latonada en la que a duras penas podía leerse: Guarda Jurado de los Exmos. Srs. Marqueses de Revilla. El pobre hombre que el Sr. Marqués llamaba Guarda, se llamaba Francisco, una buena persona, que sufría con las paranoias de los lacayos del señor. Vivía en una especie de torre que D. Joaquín Otero había mandado construir adosada a la fabrica de salazón de sus padres, almenadas ambas, dando la apariencia de fortaleza del dieciocho. En la fachada numerosas inscripciones: El cuatro y cinco de agosto de 1968 S.A.S. (Su alteza serenisima) el Gran Maestre de la Orden de Malta estuvo pescando en estas aguas, invitado por los Srs.... o Franco, o ....

Carecía Francisco de agua, energía eléctrica, y siendo hombre supersticioso, vivía aterrado por los ahogados en la isla. Yo le invitaba a cenar y en la noche había que acompañarlo a casa.

Anotaba en "acaecimientos" estas cenas. Naturalmente, también las cacerías furtivas que las sustentaban. El marqués había soltado faisanes y perdices en la isla, para organizar cacerías con sus invitados, en las que caían quinientos conejos, diez faisanes y pocas perdices, pues emigraban a mejores pastos. En una de mis incursiones en territorio enemigo abatí tres faisanes. Nunca he sido cazador, pero si observador y me resultaba relativamente fácil sin comprometer al pobre guardián conseguir carne fresca casi todos los días. Con viento del norte cazaba en el sur y oeste de la isla, con vientos del sur con lazos y cepos, que previamente robé en donde los tenían escondidos los lacayos del marqués.

Había invitado a Francisco a cenar y en contra de la opinión de todo el mundo,( Andrés y mi mujer) cociné los faisanes con patatas y legumbres de lata. A Francisco lo que más le gustaba de las cenas era ver la televisión, lo que menos que tuviese que acompañarlo. A mi hijo le encantaba que viniese, pues tenía una visita que le contaba historias de fantasmas, de muertos, de lobos y... del Señor Marqués.

Francisco, hoxe para cear polo. Alguno de los perdigones que mataron al faisán, se deslizó en una caries de Francisco, que con un dedo metido en la muela dijo: Efte polo ten areiaf. En castellano con dedo en la boca: Este pollo tiene arenas . Mi hijo que ahora tiene treinta y dos años, come bastante correctamente.

Los libros de servicio de la Isla de Sálvora, continuaron escribiéndose así durante más de veinte años. Durante mi última visita leí: Acaecimientos. "Hechas las observaciones astronómicas del día de hoy se comprueba que la isla ha efectuado un desplazamiento de veinte centímetros hacia el Sudoeste, en desesperado e infructuoso intento de reunirse con sus hermanas del Caribe".

Dedico este cuento a los que me sucedieron, sufriendo y disfrutando la Isla. Julio Vilches , Juan Martínez, Carmen Rosa Carracedo, Pepe Pertejo, Menendez (Candás).

Libro del día: Un mundo feliz. Aldous Huxley.