sábado, 9 de febrero de 2008

BIENVENU, L'ISLAM

Los hijos de la postguerra española tenemos un fuerte componente político, incluso aquellos que se han acomodado al sistema tienen un punto -a veces imperceptible- democrático. Muchos hemos transitado por el marxismo, viendo como envejecían los revolucionarios e inexorablemente se convertían en dictadores.
Así una visita a un país del socialismo real siempre me hizo sentirme como una monja de clausura, que despues de veinte o treinta años de profesión descubre que Dios no existe y que lo de la virginad era una broma trasnochada. Por cierto, ¿Porqué ha de ser importante que alguien conserve el himen?, ¿Por que los que incorporan a sus costumbres tribales la virginad judeo-cristiano-mulsulmana- defienden la ablación y consideran la virginidad reconstruida motivo de repudio con pérdida de la dote?.
En estos, días una simpática propuesta electoral de la ocurrente derecha española ha dado protagonismo a otro especimen intelectual, la hija del sacristán de los Desamparados, hija de María, que es la Presidenta del centro cultural islámico de Valencia.
En un inteligente artículo de Federico Simón en el País, Doña Amparo Sánchez defiende el uso del hiyab, y dice que sus hijos no son islámicos porque quieren vivir la vida. Entiendo que la señora ha renunciado a ello al entrar en religión.
De las muchas cosas que me intrigan del mundo de los sentimientos, considero la religión y el patriotismo como tales, es el afán proselitista. En la sociedad, el sentimiento debería reservarse al arte y la esfera íntima. El desarrollo se obtiene a partir de hechos físicos y tratos basados en la verdad de estos y la planificación de propósitos. Lo demás podrían ser cuestiones de cama. Los paises que tienen un fuerte componente religioso en la educación de sus gentes, exhiben actitudes pasionales espectaculares, pero no parece que merezcan pasar al cuadro de honor de la Historia por el bienestar de sus poblaciones, ni por su educación y desarrollo social.
Durante un tiempo que me dió el punto norteafricano, viajé acompañando al Capitán Herminio Viana Conde en su pequeño balandro "Celina" por la costa de Marruecos y Argelia, el anecdotario sería interminable, el subdesarrollo era tan terrible que solo era superado por la incompetencia y la corrupción administrativa.
Dos personas intentaron convertirnos al Islam, un ex preso condenado por violación en Argelia, que nos tomó bajo su custodia, nos acogió como hermanos, nos introdujo en los incipientes circulos islamistas, absolutamente fraternales en la época y un ex-comandante de la Base Naval de Orán, que a los catorce años ya había volado cafeterías llenas de franceses, con bombas de relojería suminstradas por el FLN.
Les pregunté a ambos por qué buscaban nuestra conversión. El primero no me respondió más que con vaguedades como: muchos americanos también se han convertido, la salvación de su alma.... El comandante con menos fé pero muchos más recursos, me respondió : Ustedes van al paraíso por convertirse, yo lo alcanzo de oficio por mostarles el camino, todos mis pecados me son perdonados de oficio. "Además, ¿por qué en el inmenso campo de la física no va a producirse una irregularidad que permita el vuelo de las alfombras?".
Debo reconocer que este último argumento me ha dejado impresionado para el resto de mis días - han pasado veintidós años-. Tanto, que me convertiré al Islám si cualquiera, incluyendo a la Señora Sánchez si su marido el restaurador marroqui la deja, me da un paseo en alfombra voladora. Eso si, sin tomarme ni fumarme nada. Extiendo la oferta a cualquier otra religión.

3 comentarios:

  1. Yo fui mora en otra vida, y me pinché el himen con mi zarza.

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  2. Desconozco el por qué del comentario de justiciero/a, pero quizás pensó, como yo, que las observaciones de fondo en tu artículo te llevan a un pensamiento que por veces parece convertirse en tema recurrente.

    Cambia esa técnica y mantén en cambio nuestro interés sin pedir disculpas por la campaña electoral. Desgraciadamente tenemos que pasar por ello, otra vez, pero no eres tú el culpable.

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